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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA MUJER, OBJETO DE DESEO

El voto es el sexo de los políticos. Todo vale por lograr el disputado sufragio de las mujeres. El macho alfa y la hembra omega elegibles se enfrenta a todos sus oponentes en busca del favor de las féminas. La utilización de las electoras como estandarte de progresismo encierra el primitivo instinto de posesión de nuestros ancestros. El animalismo que llevamos dentro no nos deja ver el esperpento de nuestros discursos en favor de las señoras. De la misma manera que se pretenden para el regocijo, la servidumbre o el apareamiento, los políticos se desprenden de ellas una vez satisfacen sus necesidades primarias. Las urnas son el coito mental de los violadores, y de las violadoras, de mentes.

 

Escuché, días atrás, a Beatriz Talegón, una de las musas del psoecialismo cercano a los informalismos de “Podemos”, en un programa de debate, por decir algo, de la cuarta o de la sexta que lo mismo da que da lo mismo. La estupenda, y bien remunerada, política reclamó al viejo Leguina que abandonara las filas del partido común. Atiza. De fuera vendrán que de tu casa te echarán.

 

Reprochaba la juvenil dama al veterano caballero la frase, lapidaria pero cierta, de que “hay jovencitas que se casan por dinero”. Aserto que cuestiona, es verdad, la dignidad de las mujeres en tanto las coloca a todas en el mismo saco. Expresión que, no obstante, se predica de gente sin moral, hombres o mujeres y viceversa, que se venden al mejor postor por un “casorio” de conveniencia, por un “cargo” de relumbrón, por unas “moneas” falsas o por un “escañito” aunque sea de concejal suplente en una aldehuela en el Jerte.

 

La importancia de la mujer en el mundo actual no se computa en base a su capacidad, a su categoría, a su fortaleza y a sus virtudes en general. El peso de la mujer se mide en kilos de votos. Leguina ha podido meter la pata pero Talegón ha abierto la ranura de la urna. En el maremágnum de la izquierda de nuestros días, el Psoe se ha convertido en una jaula de grillos donde el entendimiento es improbable y donde el diálogo con el muro de la cerrazón ideológica es imposible.

 

Leguina conjuga, con ingenio, el presente de indicativo del verbo poder en su primera persona del plural en contraposición al subjuntivo del infinitivo podar. Al final, podemos significa una cosa u otra bien diferente. En la historia democrática, Leguina representa un hito. Talegón, en cambio, es la nada destituida del vacío de su cargo. Sus compañeros la acusan de falta de transparencia de su gestión en Viena de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas. Lo mismo es verdad. En cualquier caso, no podrá alegar que el fin de su mandato se haya debido a ser mujer.

 

Ni culpar a Leguina por ello. Lo mismo es ella la que debe hacer las maletas y buscarse otro cobijo donde desarrollar sus habilidades sociales. Lo mismo.

 

Un saludo.

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