EL PULSO
Artur Mas está echando un pulso al pueblo español. No al rey ni al presidente del Gobierno. Al pueblo español. Todo un enfrentamiento físico, sí, físico, con la ciudadanía del país. El hombre no apoya su codo en la mesa de la ley, lo que sí hacemos los españoles de bien. El señor nos mete su codo en el ojo al tiempo que nos lanza amenazas de primate cavernícola. El pulso es un deporte de fuerza entre contendientes aparentemente iguales. En este caso, el desgraciado endeble que se las da de primo de zumosol, se permite el lujo de amilanar al contrincante imaginario, por más que éste no deja de escandalizarse ante su atrevimiento de niño pija mal criado que no precisa ni un sopapo dialéctico para quitárselo de en medio.
El todavía presidente de la Generalitat está buscando un conflicto con heridos y mejor si es con muertos. Se trata de victimizar al verdugo y de atribuir la condición de genocida al que se limita a ejercer el derecho de legítima defensa. Lo que pretende es desestabilizar, más si cabe, la situación de España y, de camino, poner en riesgo las pensiones, destruir más empleo y elevar la prima de riesgo a cimas himaláyicas. Se ha abierto la puerta del camino a una parte indecente y o se cierra la cancela o el campo va a arder por los cuatro costados.
El pulso de Mas trasciende lo soberanista. Este sujeto va a jugar todas las bazas posibles para salirse con la suya. En su mollera sociópata no cabe la idea de catalanidad española al igual que en su estropeada mentalidad de charrán sigue confundiendo a Castilla con España. Al cabo, tanto él como sus secuaces necesitarán ayuda psiquiátrica para comprender que Oklahoma es tan norteamericana como Kansas o California y que el Piamonte es tan Italia como la Toscana.
Al futuro Felipe VI le aguarda una fiesta de campeonato. Los buitres están esperando descubrir la herida por la que sangra el nuevo rey para abatirse sobre él y descarnar su cuerpo constitucional. El punto débil del monarca novato puede ser la creencia de que los líderes están por encima del pueblo y que los milagros son posibles más allá de las leyes dadas. Si Mas piensa que don Felipe está en esa onda, más valdría que escudriñara otros resquicios porque ese agujero está bien cubierto.
El pulso soberanista lo gana Felipe. Seguro. Con mayor fiabilidad incluso con la que se impuso su padre el malhadado 23 de febrero del ochenta y uno. Sus pasos han de ser tan firmes en ese sentido que nadie pueda argüir que su reinado comienza con dudas, vacilaciones o sospechas.
Pulso de fuerza de ley y de derecho. Los conflictos, con leyes, son menos.
Un saludo.
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