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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA PRESENCIA

 

Decía François de la Rochefoucauld que al igual que el viento apaga las velas y aviva las hogueras, la ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes.

 

La ausencia de D. Juan Carlos del acto de proclamación de su hijo como rey de España me resulta comprensible pero no merece mi defensa. El argumento del protagonismo del nuevo monarca es simplista. Más parece que la excusa se convierte en coartada. El veterano Borbón prefiere resistirse a dejar recuerdo de su inasistencia antes que a impetrar el reconocimiento de su presencia. El viejo grito de "el rey ha muerto, viva el rey", provoca espasmos a quien deja la corona a su pesar.

 

Me viene a la memoria el fantasma de Canterville de Oscar Wilde. Como el Borbón autodestronado ha dejado de suscitar las adhesiones de casi siempre, aparca su conato de depresión regia y huye atemorizado del mal del olvido. El olvido es tan largo, refería Neruda. Don Juan Carlos debe tener en cuenta que sus intereses particulares aplastarán en poco tiempo las bondades de su reinado. Si ama a España y deja a los españoles el legado de su sucesor, debe vincular su dicha de hoy a la serenidad de su mente y no al viento dominante de las circunstancias. Todo lo demás es mentira.

 

El Parlamento es la sede de la soberanía nacional. Ante él deberá realizarse el relevo constitucional en la Jefatura del Estado. Si pretende huir de la quema ceremonial, hágalo y colóquese sobre su testa la tiara de la renuncia ante el monstruo devastador que amenaza al país. Por el contrario, el mayor rasgo de valor personal y de respeto institucional es su declaración de apoyo a la Carta Magna.

 

Politeia es la regla de la mayoría. Un rey no es el que porta el cetro, sino el que sabe mandar desde su autoridad moral. El príncipe Felipe ha de sentir la presencia de su padre. Como expresa el proverbio oriental, “cría a tus hijos y ellos sabrán cuánto deben a sus padres”.

 

La fortaleza de un rey y de un hombre se forja en las dificultades. Don Juan Carlos debe acudir a la cita con la historia. Y dar la cara aunque se la rompan. La sucesión dinástica es un escenario prebélico. El Hola recogerá lo que los editoriales no relaten. Y será mucho. Mucho.

 

Un saludo.

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