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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA CONTRARREFORMA

 

 La compañía está revuelta. Los cómicos lloran por las esquinas. Los faranduleros de la vertical se han enfundado tupidas medias de grises otoñales. Rajoy les ha cerrado el grifo del gratis total. Qué futuro aguarda a los centinelas de la subvención. Por qué el PP se tiene que meterse en asuntos de formación a los trabajadores. Y qué carallo hace la derecha trasvasando el convenio estatal a embalses privados de cada empresa. Cómo van a mantener a tanto liberado y contratar a cuantos amigotes. Qué injusticia, papi. Del Villamagna a un hotelito de dos estrellas y de comer en el Bulli a tapear en la taberna de Sebas. No puede ser. Los representantes de la clase obrera tienen su dignidad y su distinción. Cosa distinta son los afiliados. Si no pueden degustar strogonof a las finas hierbas y regarlo con un riberadelduero de cien años, ya lo hacen los toxo y los méndez por ellos.

 

Lo calladitos que estaban cuando ZP y la pandilla del gobierno psoecialista recortaron el sueldo a los funcionarios, congelaron las pensiones, establecieron la indemnización de 20 días/año y generalizaron la de treintaytrés. Toca ponerse la saya. Es la hora de atarse los machos de la austeridad. Donde no hay, no se saca.

 

Las prendas. Los prendas. La imagen de los sindicalistas con el mono y la pana es la última moda en las reuniones sociales con la patronal y Fátima Báñez. Tienen que mantener el tipo fotográfico. Después del retrato, vuelta a la dolce vita. Si Rosell y los suyos se decidieran por despojarse de la chaqueta sastre y de la corbata de Loewe durante los encuentros y, como sus interlocutores de la prebenda, vestir las galas de los sincorbata, a ver quién era el guapo que diferenciaba a los pobrecitos de la ugeté y de los cocos de los líderes de la casta empresarial. Ni sus padres.

 

La contrarreforma se cuece en el engaño de la escenografía más barroca. Todo lo que parece, es. Se inunda de sensaciones a los sentidos pero se seca el caudal de la razón. El dorado y el oropel sustituyen al oro y a la piedra preciosa. La contrarreforma de Toxo y Méndez se reduce a la idea de la pana primofelipista y a la convocatoria de ciscos callejeros. Cuentan con la interesada ayuda de los derrotados de Rubalcaba y con la extrema izquierda verbal de Llamazares y de Lara. Si se les quita el ropaje alquilado, aparece la verdadera dimensión del fraude.

 

Una vez más, los popes de la iglesia de la pistola y de la asamblea de liberados rezan en comandita. Ocurre que el consenso que pregonan es el caldero hirviendo del acoso y de la coacción. Sucede que las propuestas del nuevo y honrado Gobierno afeitan sus sucias barbas hasta mostrar rostros amoratados por la envidia, el rencor y el odio. La cosa es que apuestan por imponer el desorden con tal de que la justicia brille por su ausencia. Los cantos gregorianos de la sindical del pesebre se quedan en simples canciones obsoletas de tiempos que no volverán.

 

Había que hacer la reforma. El PP tuvo la vergüenza torera y la fortaleza moral de llevarla a cabo. Que los empresarios han podido salir beneficiados sobre los trabajadores, acaso. Que en doce meses será difícil crear empleos, tal vez. Que se ha abierto una ventana para detener el alud del paro, seguro. Que la reforma es una medida más en el seno de otras que han de decretarse, por supuesto. Que el Gobierno del PP ha hecho más en dos meses que el del Psoe en siete años y medio, lo aseguro. Que Andalucía debiera darse cuenta del gravísimo problema que se cierne sobre sus habitantes, ojalá. Que si no remamos todos en la misma dirección compartiendo esfuerzos y sudores, nos vamos a salva sea la parte, lo asevero.

 

Que la contrarreforma sindical es una pandereta carnavalera, grítenlo conmigo.

 

Un saludo.

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