LA CULTURA DEL OLA
Guste más o menos, la revista HOLA marca la distinción en el cotilleo patrio. Ese toque de clase en las malas artes del critiqueo subraya la tendencia de la cultura popular hispana, que materializa su hundimiento ético en programas telecinqueños del sálvese quien pueda. En el colmo de la estupidez, conocí a un individuo que se lamentaba de la incultura del hermano de su esposa refiriendo a ésta que le había saludado por la calle con un sucinto ola. Sin hache, subrayó.
Una concejal de Izquierda Unida ha enviado una carta al director del Teatro Español en la que se quejaba de sus producciones. En la carta se puede leer: “ha donde va el teatro español”. Sic. Ha donde en vez de “A dónde”. Pues muy bien. Para que se hagan una idea de la finura intelectual de esta dama, les circunstancio su cualidad de portavoz del área de cultura de la coalición de Lara y Llamazares. Genial.
Si alguna vez leen las frases escritas que aparecen en la pantalla del televisor cuando los locutores de continuidad avanzan las noticias informativas, las erratas campan como cucarachas por el fondo de reptiles de la Junta de Andalucía. Lo mismo se encuentran “imágen” en vez de imagen o “Formula 1” en vez de Fórmula 1. Hasta hace unos pocos años, los medios de prensa incluían en su plantilla a los correctores, tanto de estilo como de ortografía. A tenor de los latigazos al lenguaje oral y escrito, parece que los recortes canallas se han cebado con la propiedad del léxico. Total. Si se maltrata a los débiles, la palabra nunca se sale de su cárcel expresiva.
Pues eso, la señora concejal debe ser una formidable política. Lo que es, sin duda, es una impía emborronadora de folios y una grandísima amante de la obra mal hecha. Como aquel que aplaudía la nomenclatura callejera de Vía Romana porque el imperio de los césares y de los emperadores fue una muestra de tolerancia, respeto territorial y pax, sí con equis. La credibilidad de unos gobernantes se debate entre sus gestiones a pie de realización y sus discursos responsables en el fondo y airosos en la forma. Aquí no. Cuanto más zoquete el edil, el parlamentario, el consejero o el ministro, mayor el agujero moral que se hace ver en la oquedad mental de cada sujeto.
Y a ellos, qué. Coche oficial en ristre, móviles de última generación, tarjetas oro o platino para bancos de postín, pases gratuitos a recintos privados inaccesibles al vulgo, y un largo etcétera de elementos materiales denotan al personaje y al grupo en que se inscribe.
Cicerón definió la cultura como cultivo del alma. Don Marco Tulio no pudo entrever la mala relación de los agricultores con los ganaderos. La concejal de IU podría darle una lección de cómo destruir el alma en dos representaciones dentro del Teatro Español.
A dónde vas, Remedios, triste de ti. Sin tilde.
Un saludo.
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