EL DESCALABRO MONÁRQUICO
Los meteprisas y los rompetechos saben tocar las teclas de la confusión con una gran maestría. Lo mismo incendian el mapa autonómico que se inventan el derecho a decidir de las naciones españolas que nunca existieron. Saben que cuanto peor al conjunto, mejor a sus intereses privados.
El rey está en el punto de mira de estos benditos del demonio. Ni que decir tiene que el monarca ha cometido unos errores inadmisibles en quien ostenta la representación del Estado y de la nación española. Sin embargo, los destructores de iconos y los mitificadores de sistemas, dale que dale con el martillo pilón del derribo. Lo mismo se llaman republicanos que progresistas sin tener idea de lo que la cosa pública es y dentro de la ignorancia de lo que por progreso se entiende. Como estos sujetos están a lo suyo, que no es sino arruinar al país en cualquiera de los territorios que lo forman, pues distraen la atención de sus vergüenzas, atribuyendo a D. Juan Carlos el mal de España, ya a través de los elefantes de Corinna, por medio de las fechorías empresariales del yerno o a causa de su ascendencia Borbón.
Que debe pasar por quirófano. Pues muy bien. Esa ventaja tiene el rey de no soportar las listas de espera ni ponerse a la cola como todo quisque. De elegir sanidad pública o privada porque dispone de medios para acudir a una u otra. De reclamar a los mejores cirujanos. Privilegio del cargo. Los mismos de los que disfrutaría, de ser constitucional, el presidente de la República. No sea que alguien piense que esta diferenciación es producto del poder del soberano.
Si la operación quirúrgica va a exigir la abdicación regia, es el punto de debate de todos los botarates que, a falta de argumentos, esgrimen en las tertulias multirrepetidas de los canales de televisión y de radio. Morbo a espuertas. Que si la cadera es un montaje. Que si la infección es una manifestación del cáncer. Que este hombre ya está muy mayor. Que si el príncipe está preparado para el relevo. Que si Leticia es una bruja que tiene soliviantado al heredero de la Corona. Que si la monarquía, aunque sea parlamentaria y superdemocrática, es un atavismo de un pasado que no debe volver. Chorradas miles que sólo sostienen al cuerpo caliente de los comentaristas de la porra.
Más vale que arreglemos los movimientos de la húmeda, que controlemos a la loca de nuestra testa sin coronar, que dejemos de creer que somos entrenadores de la selección deportiva y que nos convenzamos de que cada cabeza no puede ser una sentencia.
Ojalá que el rey salga recuperado y la democracia siga su camino por la senda de la paz. Ahí radica el diagnóstico más certero de la eficacia de la monarquía. Es el pueblo, silente o gritón, el que pone los puntos sobre las íes. Y no los gobernantes tunantes ni los voceros tramperos.
Un saludo.
0 comentarios