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Francisco Velasco. Abogado e historiador

OLEOFELIPE

 

  Cuando niño, creía que el negrín de la arena de la playa de Mazagón era algo normal. Retozábamos entre las dunas amarillas y nuestros cuerpos húmedos acababan embadurnados de una mezcla viscosa que nos obligaba a zambullirnos en la orilla antes de emprender el camino de retorno a Huelva. Casi sesenta años después, todavía los bañistas encontramos restos de aquella sustancia que nos repugnaba. Era carburante que procedía de vertidos de los petroleros que iban y venían por nuestro puerto.


Décadas después, no puedo sustraerme a aquellos recuerdos. Cierto que se ha avanzado notablemente en el celo medioambiental. Sin embargo, muchos hipócritas y una legión de interesados sin escrúpulos pretenden que cerremos los ojos, nos mordamos la lengua y que dejemos pasar, ay, el eterno conformismo del onubense, la marea contaminante que se nos avecina.

 

La Junta de Andalucía parece decidida a dar el visto bueno a un oleoducto extremeño que pretende pisotear, hollar, suelo de Huelva. Oleoducto como negocio en el que tiene grandes intereses un empresario muy cercano al PSOE. Partido el psoecialista en cuyo favor gobiernan los Ejecutivos de España, de Extremadura y de Andalucía. No hay casualidad. Si los dirigentes de la era zapateril quieren que el oleoducto en ciernes atraviese la provincia de Huelva, lo lograrán. En cuyo caso, desde el norte hasta el sur, una multikilométrica serpiente de acero y asfalto reptará por el variado paisaje de nuestra provincia. En su vientre portaría tal cantidad de veneno negro que, de evacuarlo accidentalmente fuera de lugar, provocaría un daño irreparable a la sierra, a la comarca andevaleña, al condado y a la costa.


El proyecto de refinería del Grupo Gallardo había encallado. Parecía. Los intereses del psoecialismo son, sin embargo, tan importantes como alargados los tentáculos del macropulpo gubernamental. Dormía el monstruo el sueño de los grandes depredadores. Ahora despierta y busca la presa que se le escapaba. En el nuevo amanecer repudiable ha puesto su paleta de pintor de cámara el expresidente Felipe González. La reina ministerial, la tránsfuga doña Rosa Aguilar, se rinde, subyugada por el encanto del “hombreequis”. Aprobará el proyecto que el artista de Dos Hermanas, hijo de vaquero y hombre de pana, defiende, secunda y alienta.

 

No obstante, un problema tardíamente previsto se cruza en su camino. Fernández Vara, sucesor a título de Virrey del inefable Ibarra en la Junta de Extremadura, se le ocurrió irse a Mercasevilla y, ya se sabe, perdió su silla. Y lo malo, para él y para toda la pandilla, es que Monago la puede ocupar.  El Partido Popular, que sí, que ha ganado las elecciones, no está por unir de esta mala manera a Los Santos de Maimona con Mazagón. Con lo cual, el gozo de los concernidos, en el pozo de los perdidos. No resta sino que Izquierda Unida en Extremadura denuncie el ominoso acuerdo que la vincula con la gente de Zapatero.


Balboa, no. Ni Balboa ni Vasco de Gama ni Cortés ni Pizarro. Oleoducto, no. La gente de Huelva tenemos que aprender a decir no. No supimos oponernos en la dictadura. Estamos aprendiendo en la democracia. Si quieren negocio, a Ferraz. A Huelva, traigan empresas, prosperidad, riqueza, comunicaciones, empleo. Lo que en treinta años no han hecho los Escuredo, Borbolla, Chaves y Griñán, que lo aporten ahora. Quien esperó tanto tiempo, confía unos añitos más. De nuevo, Izquierda Unida se erige en protagonista de la película medioambiental. Veremos si las palabras no se las lleva el vendaval del dinero. Veremos.

 

Un saludo.

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