GIN TONIC
En la España amargada de la segunda década del siglo, la mala leche que se nos pone a los ciudadanos, lejos de decrecer, aumenta exponencialmente. Cómo un currito puede poner una sonrisa en sus labios con la que está cayendo y con la que nos tiran encima los llamados padres de la patria. Dita sea.
Los muchachos y las muchachas diputados/as del Congreso de la Nación no pueden vivir con sus sueldos ni con sus sobresueldos. A la hora de tomarse una copita en la cafetería de la augusta casa del pueblo desahuciado, los representantes legales de la ciudadanía disfrutan de precios inferiores que los expuestos en las cafeterías cercanas. Competencia desleal se me antoja en principio. Verán por qué. La empresa concesionaria es más chula que un ocho. Pero para chula, la Mesa del Congreso. Es que no tienen escrúpulos ni para subvencionar con fondos públicos la diferencia de precios. Esto es la monda. Se me ocurre otra comparación más callejera pero mis principios me impiden referirla.
Los españoles no diputados seguiremos abonando las copas, las tapas, los menús del día y los pasteles de sobremesa al precio de mercado. Sin más subvención que los ingresos que nos proporciona el trabajo. Los que tenemos la fortuna de tenerlo.
La marimorena. Se va a liar. Noticias tan domésticas como ésta hacen rechinar los dientes y mentar los demonios familiares de nuestros políticos. No hablo de indignados. Sí aludo a la indignación. Como esto siga por el camino de cabras y cabrones por el que nos obligan a transitar, llegará un momento en que la polvareda del verano se convierta en humo de incendios no arbóreos.
Los diputados que quieran un gin tonic o un café de media mañana, que lo paguen. Como cualquiera. Al precio de la calle. Después de habitar en la caja de cristal de la carrera de san Jerónimo, quieren tomar el aperitivo al precio de garrafón de barrio de las afueras. Los hay con cara y con poca vergüenza. Los que subvencionan estas prácticas forman parte de ambas posiciones detestables.
Un saludo.
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