MONAGO
El presidente de la Junta de Extremadura no es hombre modelado con el barro de la mayoría de la clase política de derecha. Ni mucho menos. Como se suele decir, se sale del molde. Lo cual, en el plano de lo formal, resulta anecdótico pero en la esfera material revela que lo accesorio sigue a lo principal.
Monago hace política de derechas con tintes sociales de izquierda. Pero, además, comunica con la pedagogía que no adorna a los políticos de la onda de Rajoy. En tantos aspectos y en cuantas ocasiones.
La Junta extremeña que él preside ha dicho al Gobierno de España, el de su propio partido, que ojito con los agravios y con las discriminaciones territoriales. Que detrás, y delante, de los territorios, hay personas y españolas todas. Las autonomías no son de primera y segunda división. Al igual que los ciudadanos. Si Cataluña va a ser tratada por un rasero distinto, no será aceptable. Hermanos, sí. Primos, no. El señor Monago no necesita ser un trepa ni un perrito faldero ni una caricatura gobernante para ejercer sus responsabilidades de acuerdo con los principios éticos y con la buena praxis.
Más dinero a Cataluña y más facilidades a Artur, muy bien. Pero en la misma proporción que al resto. O es que el Gobierno es tan cobarde, tan rematadamente melindre, que se inclina ante el poderoso y pisotea al débil. Solidaridad significa obligación in solidum, esto es por el todo y no por la parte.
José Antonio Monago ha puesto una pica en el Flandes de Rajoy. Lo que es de esperar es que esta batalla no termine como la de Rocroy. Que qué. Que en esa batalla comenzó el declive fulminante de los hasta entonces casi invencibles tercios españoles. Al presidente extremeño le pueden poner las peras a cuarto. Desde el cónclave de los suyos. Muy duro. A poco que se desmande y que las encuestas vaticinen la vuelta del vara, del señor Vara, quiero decir.
Un saludo.
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