ROBIN GORDILLO DE PACOTILLA

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Voy a zanjar la cuestión en dos pases. Gordillo, Sánchez, alcalde de Marinaleda, nunca fue cobarde. Hasta ahora. El asalto al supermercado es un acto de suprema impotencia personal. Si su intención es la de ayudar al desvalido, diríjase a Valderas para que éste reclame a su socio Griñán. Que no le hace caso, desnude al sujeto de la gran corrupción andaluza y sitúelo en el origen de la miseria.

 

En este orden de cosas, que se atreva a llevarse el dinero de un banco. A ver si en la entidad financiera tiene narices de hacer lo que ha perpetrado en la tienda de alimentos. Uno puede ser decente muchos años. En un instante de seducción por el demonio del insano protagonismo, echa su vida por un vertedero.

 

Aplíquese la ley. Que Sánchez Gordillo pague, religiosamente, por su posible fechoría. Si no, arrieritos somos y a robar nos dedicaremos. Bastará alegar estado de necesidad para salir inmunes.

 

Quien puede lo más, puede lo menos. Lo más, es arrebatar lo suyo a los ajenos. Lo menos, desprenderse de lo propio para repartirlo entre los necesitados. En su Izquierda Hundida, a causa de la desmedida ambición de sus indigentes responsables, tiene la llave de la redención. Todas las oficinitas provinciales del señorito don Diego, a la puñetera calle. Y los mandaleches de las mismas, a la acera a mendigar.

 

Gerard Davis pintó un cuadro titulado “El Pacto de Cambys”. En el mismo reproduce la escena del castigo que se infligía en la Edad Media, como otrora en la Antigüedad, a los gobernantes injustos y a los jueces prevaricadores. Me repugna tamaña desproporción. Sin embargo, sí reclamo la pertinente pena.

 

Señor Sánchez Gordillo: a robar, a Sierra Morena. Hoy día, los montes norandaluces se extienden por Sevilla, cerca de San Telmo y del Hospital de las Llagas.

 

Un saludo.