Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

QUIÉN MANEJA MI BARCA

 

Los más pijos del lugar suelen comentar allá donde alguien les escucha, que saldrán a navegar al alba. Unos pasean a pie, otros pedalean, los hay que corren a paso lento y los hay que navegan. En general, suele ser gente de derecha rancia y casposa la que se permite este tipo de chaladuras verbales que denotan la personalidad del muerto de hambre venido a más a cuenta de deudas impagadas e impagables.

 

Los hay venidos a más y venidos a menos. Estos últimos han retrocedido en la escala de la credibilidad social no por merma de su patrimonio familiar ni de sus nóminas ni de sus beneficios empresariales. Su descenso a los infiernos de la incoherencia se debe, en realidad, a sus ideologías de quitipón. Cuanto más de izquierda se han postulado, antes caen en la tentación del barquito, de la lancha motora, del potente fuera borda y, si cae, del yate con el que mostrar los flotadores abdominales que algunos días de gimnasio intensivo no han podido eliminar.

 

Pues miren por dónde me entero de que Valderas, hijo, comunista recalcitrante, político de la nueva ola surgido a la sombra del poderoso papá y savonarola de los ricos del mundo, disfruta del título de manejo de embarcaciones de recreo. Bueno, bueno. Si el dinero no falta y los euros tienen procedencia legítima, qué más da. Todo el mundo tiene derecho a cambiar el rumbo de su vida y a mentir de la manera más aleve.

 

Una cosa es mentir y otra, engañar. Las noticias corren a velocidad de misil prorruso. Resulta que el señor Javier Valderas, honrado caballero que ejerce de portavoz de IU en el consistorio de Lepe, látigo de la derechona popular en la población costera, tiene un título para gobernar navíos pequeños y nunca superó los exámenes o las pruebas pertinentes para obtenerlo. Milagros de la burocracia. Fue un regalo de una amiga, adujo el ínclito sucesor de los revolucionarios decimonónicos, cuando la policía judicial le pidió explicaciones. Un regalo, dijo. Él sí es un regalo. La imputación de falsedad documental, que le ha arreado el juzgado de Ayamonte, la recompensa merecida.

 

Lo más chocante de todo este tinglado es no tanto el haber sido pillado con las manos en la masa ni el poseer algún barquito ni jactarse de lo bueno y valeroso que es ni de cómo defiende los intereses de la clase obrera que ni siquiera tiene para montarse en la canoa de Punta Umbría, no. Lo más indecente de todo es la cobardía de sujetos como el presente. Miren, sí, me he buscado la vida para tener el título y como es mentira, pues confieso que he defraudado. Al no aceptar su responsabilidad, uno piensa que a saber cuántos fraudes más jalonan la existencia vital de este señor y, sobre todo, cuántos fraudes vendrán en lo sucesivo para ganarse a pulso el campeonato de gran manijero de votos, de subvenciones, de títulos de patrón y de leches agrias.

 

Mientras tanto, sigue de asesor en la Diputación. La barca.

 

Un saludo.

 

 

 

 

0 comentarios