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Francisco Velasco. Abogado e historiador

REINO MENOS UNIDO

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Algunos himnos a la alegría ni son emblemas poéticos y musicales de identificación ni cantos a gozo patriótico. En España, sufrimos los efectos de la bipolarización patriótica. En vez de recibir con entusiasmo el himno propio, se abuchea el ajeno.



El problema afecta a más de un país. Como el terrorismo ultranacionalista. En Gran Bretaña, Inglaterra sufre el sarampión inglés y las erupciones galesas y escocesas amenazan el sagrado fair play de sus ciudadanos. A esto que, a falta de black power, irrumpe el poder de Gales. Giggs, el mítico futbolista del Manchester, ha destapado el tarro de las mentiras esenciales que solapan la identidad patriótica en el muñeco nacionalista. De cantar el “Dios salve a la reina”, nones.



En la sociedad de la comunicación global, el carpetovetonismo ibérico encuentra su media naranja en la Gran Bretaña que se siente más inglesa que otra cosa. Y eso que juegan con el factor desagregado de disfrutar de una lengua única. En cambio, la España que habla castellano resuelve sus asuntos identitarios en la riqueza idiomática de su Cataluña o de su País Vasco. Lo tenemos más difícil, es indudable, pero suplimos nuestras diferencias territoriales con cesión de competencias constitucionales. Hasta que la avaricia de la dádiva rompe el saco de la mala costumbre.



En el fondo, todo es cuestión de educación basada en el respeto. Hoy silbo el himno español y mañana hago lo mismo con el de Cataluña. Menudo cisco se iba a montar en esta segunda opción. Y digo yo: ¿no será más cívico el silencio o, incluso, el aplauso decoroso?



En todas partes cuecen habas. Reino Unido es Inglaterra y la reina por dios salvada. Gran Bretaña es una realidad estatal. Cosa distinta es que presuman de nación. Sin aludir al IRA, fíjense en los gestos de los deportistas olímpicos. Reino menos unido.



Un saludo.

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