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Francisco Velasco. Abogado e historiador

NARCISO ZAPATERO


 Espejito, espejito, ¿hay en el mundo dirigente más sabio, honrado, capaz, inteligente, listo y eficiente que yo? -¿Callas, espejito?

 El mito de Narciso se basaba en la flor del mismo nombre. Resume la idea de cómo el amor a la propia imagen, aunque tras ella el vacío sea absoluto, puede conducir a la muerte como consecuencia de la desmesurada vanidad. La persona narcisista es el estandarte de la fatuidad, de la presunción y del atildamiento formal.

 Espejito, espejito, ¿por qué no respondes a mi pregunta? Ya sé, porque sabes que quien calla otorga. Verás, espejito. Permaneces en silencio porque tu humildad, que es menor que la mía, te impide decirme que soy un presidente alto, juvenil, apuesto y sencillo, como jamás ha habido ni habrá. Te reservas, espejito, porque conoces el gran aprecio que los españoles me deparan desde que fui elevado a la máxima autoridad de la nación por mayoría absoluta, casi unánime, en 2004. Enmudeces, espejito, pues sabes como nadie la prosperidad económica que, desde mi nombramiento, florece en nuestro país. Tú mismo te amordazas, espejito, para no tener que proclamar a los cuatro vientos mi extraordinaria política de reconciliación nacional, desechando la intentona derechista de promulgar leyes como la de Memoria Histórica.

 Habla, espejito, habla. Susúrrame que he logrado el pleno empleo en España. Díme que he solucionado el problema independentista. Cántame que he desterrado ínfulas estatutarias soberanistas. Manifiesta que he sido implacable con los etarras a los que Aznar calificaba de "hombres de paz". Confiesa que he logrado el equilibrio soñado de relaciones con la Santa Madre Iglesia. Declara que defiendo la vida de los seres humanos a costa de rechazar el aborto que preconizan los malvados del Partido Popular. Anuncia que, bajo mi mandato, Marruecos nos teme, Gibraltar se prosterna ante Nos, la pérfida Albión se somete y Estados Unidos, bueno, Obama, me quiere, me quiere.

 Cuenta, espejito, cuenta a todos cómo doblego a los piratas. Expón cómo alejo a las pirañas. Recita en los versos más hermosos cómo desmonto la mentira de las balsas de fosfoyesos en Huelva. Grita hasta qué punto proscribo la corrupción en mi partido. Vocea mi defensa por la independencia de los tribunales, sobre todo del Constitucional. Comenta la excelencia de mi verbo florido, de mi discurso íntegro, de mi indumentaria justa, de mi sedoso cabello, de mis cejas fugitivas. Aclámame, espejito, como lo hacen los Bono, los Blanco, las Bibianas, las De la Vega, los Guerra y tantos otros a los que saqué de la nada para convertirlos en mi guardia de corps. No ocultes más tiempo, espejito, la majestad de mi mirada regia, que no borbónica. No disimules si, en el concierto internacional de los exquisitos, deslumbro por mi mensaje en la lengua de Shakespeare.

 Aminatu, espejito. Rajoy, espejito. Alakrana, espejito, Desempleo, espejito. Crisis, espejito. Cooperantes, espejito. Aznarote, espejito. Todos son feos, muy feos. ¿Verdad? Me acercaré más, espejito, para que te regodees en mi contemplación y reflejes la nítida figura alegre de quien constituye un hito en la historia de España.

 Espejito, contesta, te ordeno con todo el talante. Contesta. Rubalcaba, exígele que responda. -Está bien, José Luis, si quieres conocer mi pensamiento, ahí lo tienes. Hoy, tienes un competidor en Hugo Chávez. Ayer, en el Nerón que incendió Roma y en el Diocleciano que persiguió cruelmente a los cristianos. -Plaf, paff, catapán. Onomatopeyas de un cristal roto a zapatazos.

 Narciso Zapatero. Está despierto. Tal vez duerma. Narciso.

 Un saludo.

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