BORRÓN Y CUENTA VIEJA
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La península no bascula ya al oeste. Se inclina por todas partes y cabecea hacia cada una de ellas. Los ríos de la Meseta vierten a ratos en el Atlántico, a ratos por el Mediterráneo. Las aguas del Cantábrico oriental siguen movidas aunque su furia provoca terror.
Cuando una plataforma se desgaja de su base, el destino es el balanceo. Las cosas van mal en España. Qué vamos a descubrir. El efecto Rajoy despertó gran atención pero las mudas son vulgares. La armada del desempleo incrementa sus filas con nuevos contingentes venidos de los escuadrones de trabajadores estacionales. Las empresas aprovechan la reforma laboral para rodearse de incondicionales. Las administraciones concursales remueven los fangos de la deuda y la elevan en pocos meses. Los trámites oficiales atrapan a los acreedores en una espiral de papeleos disuasores. La banca se escuda en su tradición monopolística para justificar sus golferías especuladoras. El sistema social tiene más agujeros que un colador. La clase política permanece sumida en su propia incompetencia y en su avaricia. Los movimientos sociales se reducen a actos folklórico-festivos con exhibición de banderas republicanas y pancartitas de indignación mediática.
En este mismo terreno de la nadería y de la superficialidad de acción, la educación no retrocede. El fracaso escolar, sin embargo, sí va a disminuir. Con menos presupuesto, profesores y alumnos van a sacar mejores notas a su labor. El oropel de las tecnologías del porno, del viaje barato o de los mensajes electrónicos abandonará los centros docentes y se notará positivamente. La sanidad no irá a peor. Se quedará en los niveles de los últimos años. Menos dinero pero similares resultados. Todos respondemos a los incentivos económicos pero los profesionales honrados no dejan a sus pacientes en la estacada. Ni mucho menos.
Las Autonomías no deben desaparecer. Por el contrario, han de ser fortalecidas. Constituyen el hito de un Estado descentralizado que sabe dar solución a problemas concretos. Las fuerzas centrífugas no son desestabilizadoras. Lo de Euskadi o Cataluña es un canto a la recentralización territorial de España. En lugar de una capital, tres. Los independentistas no critican la acción centrípeta de Madrid. Homenajean a los reaccionarios de la Generalitat o de la Lehendakaritza. Autonomías, al alza política. Pero sometidas al control financiero de España. No se puede consentir, un día más, ni el despilfarro de gobernantes sin escrúpulos ni la idea de reinos taifas. Todos nos morderemos las uñas con los recortes pero nadie ha de escapar al destino de los techos de gasto. Igualito que los clubes de fútbol que lucen millonarias deudas a la Seguridad Social. Cómo se permite una tropelía de este calibre. Los defensores de una Constitución sin Título VIII debieran erigirse en adalides del cumplimiento estricto de las leyes.
El problema no es tanto de política como de mentalidad y de cultura. Si los españoles nos aplicáramos en el ejercicio constante y regular de nuestros deberes cívicos, acaso las soluciones vendrían por el carril del AVE. No se trata de indignación nacida en sectores ideológicos de la izquierda o de la derecha. El cabreo nacional está provocado por la escopeta del Antiguo Régimen. Algunos pretenden volar con servicio de lujo a precios de low cost. Otros quieren volar aunque el avión parezca un autobús de línea urbana, con todos los pasajeros en pie.
Es hora de borrar garabatos de la vieja cuenta. Cuando hayamos superado el estrato del psicoanálisis individual y colectivo, abriremos el cuaderno de la cuenta nueva. Entonces, sí. Entonces.
Un saludo.
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