ZAPATERO EN SU LABERINTO
"Apurar, cielos, pretendo,/ya que me tratáis así,/qué delito cometí/contra vosotros naciendo./Aunque si nací, ya entiendo/qué delito he cometido;/bastante causa ha tenido/vuestra justicia y rigor,/pues el delito mayor/del hombre es haber nacido". Las palabras que Calderón de la Barca pone en boca de su Segismundo en La vida es sueño sirven de introito a este articulista para tratar de explicar qué pasa por la cabeza del actual presidente del Gobierno de España.
Estamos apurando sueños. Estamos compitiendo, en veloz carrera, con el tiempo que nos devora sin que podamos entender que ese tigre del tiempo, como decía Borges, seamos nosotros. Para Freud, los sueños pueden revelar aspectos que en el consciente no afloran. Por ejemplo, el austríaco afirma que lo cómico se manifiesta en ciertos automatismos que proceden de hábitos y de ideas fijas que se adhieren, sin darnos cuenta, en la memoria.
Uno ya no sabe si el problema del presidente Zapatero es sobrevenido o recriado. Si las ensoñaciones como la alianza de civilizaciones nacen de sus lecturas o audiciones en su tierna infancia o, por el contrario, son fruto de su incapacidad, como adulto, para enfrentar/afrontar la realidad. Si su autocalificación como rojo es producto del despertar de una película de Woody Allen, al estilo de "Bananas", o la consecuencia lógica del autoconocimiento. Si el trauma de su niñez fue ser el hijo de su padre en su León no natal, hoy se vanagloria de dar la vuelta a la tortilla del protagonismo y recordar que ahora es su padre quien ha de jactarse de ser el progenitor del presidente del Gobierno de la Nación. Tal vez el tormento bucee su origen en ese abuelo víctima que, en un recóndito rincón de su memoria, pudiera haber sido verdugo del que se avergonzaba.
El laberinto de Zapatero. El presidente no sabe salir del dédalo de contradicciones en que se subsume. Se desorienta. Se confunde. Se encenaga en su propio lodo. Ya lo refería el incomparable Gabriel García Márquez cuando aseguraba que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
Nos queda la intemerata. Si ZP no sabe salir del laberinto, de su laberinto, a España nunca podrá sacarla de su marasmo actual. Sueño. Pesadilla. Nunca despertará. Pensemos cómo devolver a la realidad su inquietante sentido. Pensemos.
Un saludo.
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