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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EUROVISIÓN

El festival de Eurovisión suscita la mayor atención en los medios televisivos. Entre los centenares de candidatos a representar a España, destaca un personaje popular de la prensa del corazón. Qué mas da el nombre. Se trata de una periodista "rosa" que aspira a defender la honra musical hispana entre los hostiles abanderados de la canción europea.

 Algo he leído y alguna crítica he escuchado al respecto. Que si la candidata tiene un oido frente al otro. Que si la sosería se encarna en ella. Que carece de los más elementales recursos para este fin. Y toda una retahíla de encadenados ditirambos. Todos, salvo los interesados en promocionar a la señora, coinciden en la conveniencia de elegir a la representante eurovisiva en virtud de sus cualidades específicas para el canto, la composición, la coreografía y la interpretación artística. Y qué mejor que un jurado de expertos independientes para esta finalidad tan concreta, tan funcional y tan prosaica. Ni un atisbo de democracia a la hora de designar. El pueblo puede resaltar sus preferencias, pero un asunto de esta importancia no pude dejarse en manos del vulgo, reiteran los ortodoxos.

 Democracia para la eurovisiva efemérides, nanay de la China. Seriedad, pericia, sabiduría, experiencia, prestigio y poderío, avalan, aunque no garanticen, resultados. Resultados tangibles, visibles y satisfactorios. En Eurovisión, sí. En la vida política, no. Habla, pueblo, habla. Que hable, pero sólo en el terreno político. Total.  O sea. Que al presidente del Gobierno español lo elige el pueblo soberano y a nuestra representante en un festival de dilatada historia continental pero de segundo orden en cuanto a calidad, no lo elige la ciudadanía. Algo falla en nuestra sociedad. Tan escrupulosos para lo accesorio y tan ultraflexibles para lo esencial. En el camino, veredas varias. Por ejemplo. Un director de hospital no es elegido entre la asamblea de sanitarios profesionales, sino a dedo. Del mismo modo que el Presidente del Gobierno o de las Cortes o del Tribunal Constitucional. Cierto que esta elección "digital" se produce en el seno de un proceso democrático, pero más verdad es que el nombramiento no recae en la persona con más méritos y capacidades, sino en la más próxima y dócil al poder constituido.

 Que el pueblo español otorgó la mayoría al PSOE, es un signo de legitimidad democrática y de confianza en el cumplimiento exhaustivo de un programa de gobierno. Parece un argumento inobjetable. Que los ciudadanos del Estado sabíamos quién ocuparía la cúspide del poder ejecutivo, tampoco induce a engaño, sea cual fuere la formación triunfadora. Lo que al pueblo español no se le explicó es si Zapatero tenía idea de economía, pues en dos tardes no se aprende. Lo que ignorábamos los electores es que el actual presidente pudiera poner en riesgo evidente la unidad de España conforme establece nuestra Carta Magna. Lo que se nos ocultó era la voluntad de hacer del partido psoecialista una especie de Movimiento Nacional donde el pensamiento único ocupara el espacio sociológico dejado por el franquismo dictatorial.  Lo que nunca pudimos intuir era que la crispación generada pudiera poner en riesgo el extraordinario equilibrio político consensuado durante la Transición. Y la tira en verso.

 Como corolario. Si exigimos que la candidatura festivalera se tamice en el crisol de los entendidos, habrá que reclamar un trato paralelo a los aspirantes presidenciales. Posteriormente, se obligará a éstos a formar gabinetes de "sabios" (políticos o tecnócratas) de un sexo u otro, en vez de a ministras de cuotas y a ministros comisarios políticos.  En suma: si a Zapatero lo ha elegido el pueblo, ¿por qué se priva al pueblo de designar su representante para el canticio? Y si al próximo presidente se designa, dentro del respeto a las urnas, en virtud de sus cualidades, dígasele que, en base a ese criterio, designe a los titulares de las carteras ministeriales. Evitaremos así nombres como Álvarez, Aído, Trujillo, Caamaño, Alonso y otros. -No ha nombrado usted a Blanco. -Pues no. Blanco puede ser un mentiroso de tomo y lomo pero, como Rubalcaba, es valioso para su partido y para su país, tenga, o no, titulación universitaria. El prestigio no es producto del título. Ni el título lo concede el prestigio.

 A Eurovisión, quien designe la ciudadanía. Como a la Presidencia del Gobierno. O todos moros, o todos cristianos. ¿o sólo cabe democracia en listas cerradas para que todo quede atado y bien atado?

 Un saludo.

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