REVOLUCIÓN CONSERVADORA
Un incisivo cuchillo romo. Una inteligente estupidez. Unas plenas palabras vacías. Un feliz hombre desdichado. La revolución conservadora es una majadería, con independencia de la figura literaria. Dicho por Rubalcaba, la expresión va cargada de nitroglicerina contra el PP. Los sucesores de Pablo Iglesias nunca entendieron de socialismo, de obrerismo ni de españolismo. Jamás de los jamases. Eso sí, de partido, de facción, de banda, lo que quieran. Y de consignas panfletarias, una “jartá”. Si se pierde el poder en las urnas, se conquista en las calles. Y si hay que incendiarlas y que un huracán se abata sobre la paz del país, bienvenido sea.
Perdidos en el intrincado bosque de luchas internas, los psoecialistas no se quedan en los cuarteles de invierno a lamer sus heridas. Ni hablar. La supervivencia del grupo depende de la mina de diamantes que proporciona el poder. Y a ello se lanzan con derechos o sin ellos. A falta de despachos oficiales, aceras y calzadas. Que no hay coches oficiales, para eso están las ruedas de los contenedores de basuras. La kale borroka se traviste de violenta calle. Necesitan confianza del pueblo y siembran el miedo entre la gente. O por las buenas o por las malas.
Los recientes y desafortunados incidentes de Valencia no son una casualidad. Traen causa del pasado. Son el tercer salto al vacío de los que no aceptan los votos de castigo. Antes perpetraron el inicio del movimiento de indignados. Después, regaron el semillero del 15-M. En 2004, pusieron la pica en Atocha. Previamente, la guerra de Irak sirvió de trampolín de despegue para los luctuosos atentados de Madrid. Las sedes del PP se convirtieron en citas tramadas y en focos de acusaciones de asesinos a Aznar y los suyos. Ni ayer ni hoy ni nunca, la derecha puede ser calificada de asesina si no se argumenta tamaña barbaridad. No se argumentó. Se perpetró y punto. En Valencia, los argumentos son tan escabrosos como falsos y tan afrentosos como repugnantes. No hay, pero miles de dedos comprados pulsan a la vez botones de pánico.
El PP no lidera revolucioón alguna. Cuanto menos una involución política. El centroderecha español peca siempre de una nefasta política de comunicación. La derecha de Rajoy no se ha quitado de encima la escarapela franquista. No porque guarde algo de aquellos polvos, sino porque no ha sabido mostrar la cara reluciente, libre de lodos que otros le arrojan. Por respeto a la inteligencia y a la cultura de los españoles, Rubalcaba -y es pedir lo imposible- debiera abstenerse de ciertos comentarios. Revolución comporta cambio violento de las instituciones socioeconómicas y políticas de una nación. Dónde, Alfredo, reside la violencia ni el cambio salvo que los votantes hayan decidido apearos del machito. Conservador, señor secretario general del Psoe, significa ser favorable a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a cambios bruscos o radicales. Es tan perverso su discurso que con tal de transportarnos a la bronca, no vacila un instante en cargarse el lenguaje castellano. El hermoso lenguaje oficial de España.
Le importa a Vd. un pepino España y un pimiento la españolidad. La ciudadanía se la trae al cabo de la calle. Sólo quiere, aspira y ambiciona poder. Poder y dinero. Dinero y poder. Así en un rosario interminable de canalladas linguísticas y fácticas. Muchas veces, hasta jurídicas. Qué mas da que le da lo mismo.
Revolución conservadora es como decir Psoe limpio. Una entelequia. Pura filfa. Si quiere seguir mandando a los españoles, saque las pistolas y a tiro limpio contra ellos cuando estén desprevenidos. En caso contrario, respete el resultado de las elecciones. Y si Andalucía también les da la espalda, aprendan a gobernar con justicia, igualdad y legalidad. A lo mejor, algún día retornan a San Telmo.
Un saludo.
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