TRABAJO FIJO
Monti es un hombre bueno, estoy seguro. Lo cual no obsta para que, desde el punto de vista político, sea todo un cretino. Si no está preparado para gobernar Italia, que se vaya. Lo que ha declarado sobre la monotonía, puede ser objeto de una tesis doctoral. Si Beyoncé se va a convertir en materia de estudio, qué voy a decirles sobre las posibilidades de análisis del fenómeno social del trabajo.
Acostumbrarse al trabajo. Ya lo quisieran millones de jóvenes. El señor Monti debiera conocer la cultura mediterránea de las migraciones. A poco que haya buceado un poco en la historia de su país, se habrá dado cuenta de la diáspora que, en busca de un empleo y de una mejora del nivel de vida, protagonizaron sus conciudadanos desde el norte hasta el sur y desde la costa tirrenia al litoral adriático. Los italianos han buscado el trabajo lejos de casa y los que se quedaron, se conforman con lo que les echen. El problema es que los echan. Vamos, que los despiden.
Es posible que el primer ministro del país transalpino quiera agarrarse a la cuerda de la movilidad funcional y territorial. Lo cual es cosa distinta y caso distante. Y ello con matices. Porque, a ver, qué pinta un siciliano que repone productos en un hipermercado de Catania en otra empresa del ramo situada en Milán para cobrar un salario idéntico. Como si en Milán no hubiera miles de desempleados empeñados por reponer lo que sea con tal de llevar unos euros a sus hijos. Si hay que ir, se va pero la partida no puede tener efectos disuasorios de abandono del destino ni convertirse, de hecho, en una medida velada para quitarse de enmedio a ciertos trabajadores. El cajero de una sucursal bancaria de Turín nada tiene que hacer en Siracusa si el puesto que se le ofrece no comporta ventaja organizativa para la entidad financiera. Por consiguiente, si la empresa entiende que su trabajo es aburrido, enviarlo al otro lado del país sólo puede entenderse como un castigo.
La movilidad laboral puede ser, y en algunas ocasiones lo es, un factor económico de enorme importancia. Eso sí, siempre que la decisión empresarial conlleve beneficios para el empleador y el empleado. Nuestro Estatuto de los Trabajadores contempla la movilidad funcional y la geográfica. Respecto a la primera, requiere poseer titulaciones académicas y profesionales con el fin de que la nueva prestación responda a razones técnicas y solventes, subrayándose el carácter de finitud temporal, respetando la dignidad del trabajador y justificándose por necesidades perentorias o imprevisibles de la actividad productiva. En cuanto a la movilidad geográfica, todo traslado habrá de motivarse. Los cambios de residencia se apoyarán en una intención demostrada de incrementar la productividad de la empresa y su articulación competitiva en el mercado a fin de dar respuesta a las exigencias de la demanda.
El discurso barbián, desenvuelto y arriscado de don Mario, vaya por Dios, Monti, no tiene que envidiar al de Berlusconi. Con todo, el magnate televisivo arrojaba ciertas sales a sus declaraciones. Lo de su sucesor es, además de simplista, desaborido. El despropósito es absoluto. En la forma y en el fondo. Un chico joven se apuntará a una peoná aunque sea en Argentina. Los que ya no cumplen los cuarenta, se tendrán que fastidiar con la monotonía de su trabajo, si lo tiene. En cuyo caso, pagarán la hipoteca de sus viviendas, consumirán para satisfacción de los comerciantes y dotarán de estabilidad a la vida social y política del Estado. Y así hasta impartir un curso de sociología de la movilidad.
Señor Monti: cuide sus palabras. Dicen muy poco de usted. Por el bien de todos, piense antes de hablar.
Un saludo.
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