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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LAS HORMIGAS NEGRAS

 

 En verano y en primavera, las hormigas se convierten en los grandes enemigos de los árboles. Bien conocida es la habilidad de estos insectos sociales para trabajar en equipo. Cuando el camino se torna abrupto y los baches dificultan el tránsito, las hormigas soldados utilizan sus propios cuerpos para taponar los agujeros y facilitar el paso de sus compañeras. Son maestras en el trabajo en grupo y eficaces en el cumplimiento de los objetivos. La eficiencia de su conducta para con su colonia es directamente proporcional al mal que causan a la sociedad humana. Nada les importa, por otra parte, sino la propia supervivencia del hormiguero.

 

Este grupo de formícidos himenópteros y predadores viven en pequeñas cavidades naturales o habitan grandes territorios. Esopo escribió la famosa fábula de la cigarra y la hormiga que, más tarde, recrearon La Fontaine y Samaniego. Trabajo, trabajo y trabajo como requisito indispensable para vivir. Su vida depende de ello. Trabajar para vivir y vivir para trabajar. La analogía con el psoecialismo director es más que evidente, aunque los soldados y las obreras son los que se parten el abdomen mientras cantan las cigarras interiores. La reina madre es, a día de hoy, Zapatero. No obstante, se siente amortizada y una sucesora, de mayor edad, se postula para ocuparse de los inmediatos planes.

 

La reina ZP está cumpliendo los últimos mandatos del hormiguero. Transmutado Rubalcaba, designa como fertilizadores del puesto a Blanco y a Camacho. No cabe sorpresas. La reina entrante quiere que todo esté cubierto y bien cubierto. Blanco supone la fidelidad ciega a la idea social. Camacho, la continuidad del mal a los humanos. El Psoecolonia mantendrá la tónica de las obreras y el papel de los machos. A la política antiterrorista se la volverá a llamar faisán y el gal dejará de mencionarse. Todo atado y bien atado. Al menos, hasta que el ácido fórmico de las elecciones inevitables lleve al traste toda la parafernalia taponadora.

 

La reinona Rubalcaba necesita tiempo para sortear la debacle electoral. En primer lugar, para hacer creer a sus congéneres de base que, deshecho el zapaterismo perturbado, es posible el rubalcabismo agitador y geobbelsiano. En segundo lugar, porque el globo sonda de la recuperación económica genera expectativas entre los más fanáticos. Por último, en tanto la creación de empleo deja de ser misión imposible y deviene utopía irrealizable. Algo es algo. La colonia de Ferraz busca senderos de falso suelo a fin de trampear a las cigarras de Génova Street. La tarea pertinaz no se interrumpió después de la depuración de las municipales y autonómicas. La capacidad de engaño trasciende el horizonte de cansancio. La facultad de inventarse señuelos forma parte intrínseca de estos vividores de la política.

 

Las hormigas negras aprovechan los ruidos de las cigarras. Éstas se limitan, por ahora, a ver pasar el cadáver de sus enemigos. Hacen mal. La acción del líquido incoloro y picante que se desprende de la secreción, puede tener su antídoto. El medicamento contra el veneno será inocuo si se administra tarde y mal. Rubalcaba, reinona, se ha retirado a sus cuarteles de estío. Aguarda que las cigarras se confíen en sus hoteles de descanso. Mientras, las hormigas negras siguen adueñándose de tierras pobladas de valores, hasta destruirlos completamente. Y es que las cigarras, aunque se limiten a cantar, no causan los destrozos de sus antagonistas de fábula. Los desgarros sociales provocados por las reuniones de Rubalcaba son antológicos. Si se olvidan, vendrán más. Algunos, irreversibles.

 

Contra las hormigas negras, los amplios huecos de la libertad. Ahí se pierden. Y ácido fórmico en lingotes de transparencia y honradez. Insuperables remedios.

 

Un saludo.

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