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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL DOLMEN

El Pozuelo es el no va más. Lugar mágico entre mágicos lugares. Pocas veces el presente rabioso ha estado tan unido al pasado remoto como allí. De noche y de día, el Andévalo reclama un lugar de privilegio en la historia que, sin embargo, la actualidad le niega. El conjunto dolménico de esa localidad de Huelva es más que una pasada. Un monumento vivo que, por desgracia, se degrada a ojos vista.

La noticia estriba en la visita girada por dos autoridades provinciales al monumental sitio. Lo de autoridades, ejem, tómenlo de manera protocolaria. D. Vicente Zarza y D. Juan Manuel López han trasladado sus lares oficiales a la aldea de Zalamea la Real. Ni más ni menos que para supervisar, ojo, las actuaciones arqueológicas que en ese yacimiento megalítico se están llevando a cabo. Miedo me da. Confío en que el experto José María García Rincón no les deje acercarse en exceso. Se trata de un Bien de Interés Cultural demasiado valioso como para arriesgarse a que estos dos políticos pongan en ellos sus manos. Que se hagan la foto y, hala, carretera y al despacho de comisarios políticos.

Lo que estos señores tocan entra en barrena. Qué va a a ser de ellos si el Psoe pierde las elecciones autonómicas. A dónde volverán. Qué confianza podrán generar en sus oficios si actúan con la misma incapacidad que en sus cargos del dedazo. Los ortostatos del dolmen se derrumbarán a su paso. Que se les controle entonces lo que ahora se revela imposible e inútil.

En un país de universitarios extraordinariamente preparados, la educación es abandonada en manos de un político que ha fracasado como alcalde y el medio ambiente se encomienda a otro de igual cuña que transita por Doñana como perrico por casa ajena. Los consejeros jefes se relamen, mientras tanto, las heridas de la más que probable derrota del 25 de marzo. De la Chica y Trillo degustan los últimos platos del festín que imaginaron pero que escapaba a su realidad social.

Se defiende el enchufe como boya de seguridad privada. Con dinero público se retribuye al familiar o al amigo. López y Zarza, Zarza y López, representan a los muñidores de una Andalucía incapaz de superar el lastre del caciquismo decimonónico. Antaño vestían el terno de la oligarquía y hogaño se enfundan la seda de la política pseudodemocrática. Al igual que los vampiros, los corruptos alimentan su ansia de sangre y de dinero fácil en las oscuridades de la noche. La luz, la transparencia, la claridad acaban por destruir el mal. La estaca sufragista en el corazón garantiza el final de los malditos.

El dolmen puede ser la tumba de esta casta de sanguijuelas explotadoras de la consumida ubre de la vaca de pletóricas mamas. Dolmen sencillo. Ni galería ni sepulcro de corredor. Un menhir, sí. Que el sol inunde sus restos e impida que el crepúsculo del día regenere el poder de estos chupadores de venas ajenas.

López y Zarza, Zarza y López, se retratan. Aprovechan los últimos rayos de luna. Un cataclismo social. Únicamente una hecatombe comicial podría sumirnos, por enésima vez, en la pesadilla de treinta años de horror. A fin de evitar esta maraña que nos amenaza, se anima a los ciudadanos a estar alertas. Si creen, lleven el crucifijo encima. En caso contrario, luces, muchas luces y mayores entendederas. El arma más eficaz contra los libadores de nuestras rentas es la inteligencia y, por encima de ella, la sensatez que, al cabo, es el antídoto contra las pasiones y las piedades mal concebidas.

Ya les digo, esta gente a reposar políticamente en el dolmen. Y mejor, en el menhir. Lejos de El Pozuelo. No sea que desgracien tan extraordinario paraje.

Un saludo.

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