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Francisco Velasco. Abogado e historiador

NIDO DE SERPIENTES


Me voy a poner puntilloso. Aunque sea en este párrafo. La Constitución otorga a la Administración el poder de autotutela. Cuando es declarativa de derechos, se la distingue como ejecutividad y cuando coacciona a los administrados, se la denomina ejecutoriedad. Así es y así se escribe la norma. Que le digan a Hacienda el camino que se ha de recorrer entre el reconocimiento de una deuda y el apremio para su pago. Breve como una noche de solsticio de verano.

Con los expedientes sancionadores, pasa algo parecido. Hay funcionarios que se hacen merecedores de una información reservada previa a la incoación de un expediente y, por causas bien espurias, jamás se someten a esa instrucción. Del mismo modo que algunos empleados públicos, a poco que estornuden, sufren en sus carnes las iras de un batallón de inspectores dispuestos a saciar la sed de venganza de los superiores de turno. Una vergüenza, oigan.

Al señor Guerrero, hasta hace unos meses director general de Empleo de la Junta de Griñán, no le permiten retornar a su puesto de trabajo en la función pública. Cómo es posible, se dirán, si tiene derecho a ello conforme a la normativa vigente. La respuesta es sencilla: mejor fuera que dentro. Si tiene que destapar la manta, que lo haga desde la calle no sea que en el interior se produzca una congelación súbita de quienes temen la rociada verbal y fundamentada del presunto consumidor de cocaína a costa del dinero de los ciudadanos.

Y va a ser que sí. Que el señor Francisco javier Guerrero, a cuentagotas, va a destapar el contenedor verde de basura. Ya ha comenzado a admitir que él no emprendía nada sin la aquiescencia de sus jefes. Que los consejeros Viera y Fernández sabían más que Briján y que éstos eran los que repartían el bacalao. Por si alguien tenía dudas sobre la trama, vayan disipándolas. Otra cosa será determinar aspectos de intendencia y de suministros. Pero el fondo de reptiles no se funda ni se organiza si no media la mano poderosa de un altísimo cargo del Psoe y si no se confía ciegamente en el estrabismo sobrevenido o en la ceguera espontánea del máximo responsable del Gobierno y, sobre todo, del Partido. Guerrero no niega que esté “pringao”. Lo que traslada a quien tenga interés en desvelar este indecente asunto, es que actuó en compañía de.

Los expedientes de regulación de empleo están llenas de irregulares y de intrusos. En la tramitación de los mismos, no se puede desdeñar la cooperación de los sindicatos mayoritarios, de los delegados provinciales de Empleo y, por supuesto, de ciertos empleados públicos que, ya por miedo, ambición o lo que fuere, hicieron la vista gorda y de su deber de garantía un cocido de serpientes. Así que Guerrero, por supuesto. Pero que un tinglado de esta envergadura no se puede acometer en la soledad del cocainómano o en la adicción del copero, es un axioma.

En el salón de lujo del Parlamento andaluz, los miserables escoltas del pivot Griñán aplauden al infame arquitecto de la economía andaluza. Qué digo aplauden. Lo ovacionan de forma estruendosa al tiempo que ensanchan sus sonrisas de profidén caro para testimoniar su adhesión inquebrantable al sucesor de Chaves. Se ríen y hacen palmas como si la fiesta fuera eterna. Como si el millón y medio de parados de nuestra región fueran melones sin calar. Como si la deuda que hemos de soportar no fuera superior a cuatro billones, si billones, de pesetas.

Esta pandilla de palmeros y abrazadineros guardan en sus manchadas manos la potestad de autotutela. Y en seguir conservándola se empecinan. El 25 de marzo, cuando los andaluces acudamos a las urnas, habremos de pensar a quién prestamos nuestro voto. Después de treinta años de mangoneo continuado del Psoe, los andaluces debemos poner pie en pared y decir: basta. Basta. Que se abra un expediente judicial a los expedientadores. Y, tras un proceso garantista, óbrese en consecuencia. Ya está bien de inquisidores fundamentalistas. El tiempo del Santo Oficio ya pasó.

Un saludo.

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