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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ESTADO DE MALESTAR

 

 Los grandes problemas precisan grandes remedios. Es de cajón. No existen sortilegios mágicos que conviertan al sapo en príncipe. La inenarrable andanza de Zapatero y amigotes en el gobierno de España ha llegado a confundir la dificultad de una gestión con la complicación de la digestión. Gestión y digestión como partes de un bocado incomible. De ahí el tránsito intestinal del Estado de bienestar al de malestar.

 

No queda sino hacer los deberes. El maestro Rajoy nos dictará las tareas para casa y nos indicará el camino a seguir en el trabajo. Para los que tengan trabajo, que esa es otra. Los trabajadores felices por serlo deberán arrostrar las cargas que comporta enderezar el desaguisado. Las medidas de Rajoy serán ingratas. En cualquier caso, uno se pregunta si caben otras y, en su caso, me digan la bonanza de estas otras. Que no me lo creo. El patio ha quedado en tal estado de deterioro, que no basta con limpiar. Hay que desembarazarse de la basura acumulada, remover los adoquines levantados, cimentar la superficie exfoliada, echar una gruesa capa de asfalto, reconstruir muros y pintar paredes. La casa está hecha una ruina. Los inquilinos se han cebado con ella.

 

Solucionar la asfixia financiera es lo primero de lo primero. Desde el puente de mando, el nuevo Gobierno habrá de meter mano a la multiplicidad de instituciones. Gastan demasiado para tan flacos servicios. No se trata tanto de suprimir organismos como de organizar sus funciones con un mínimo sentido de productividad empresarial. Es cuestión de trazar la línea roja de lo superfluo para que ni un euro se desvíe del objetivo previsto. El despido de miles de empleados públicos no contribuiría a reducir el ahogo prersupuestario sino a ocluir los orificios de aireación social. Este colectivo puede someterse a un reciclado funcional pero no debe convertirse en el felpudo de zapatos embarrados.

 

La reforma fiscal atravesará el estrecho del puerto del fraude. Aunque España no es Grecia, sí es evidente que los ciudadanos más pobres no pueden sostener el ingente peso que eluden los miles de millonarios que adelgazan sus pingües patrimonios. Si no, cómo ofrecer a los trabajadores la idea de volver a regular la contratación si los empresarios no se aprietan la correa de sus exagerados beneficios. Qué dimensión ha alcanzado el déficit de la seguridad social y si, a este paso, el sistema de reparto asegurará las pensiones. Impuestos y salarios determinan, de forma relevante, la renta disponible. En cuyo caso, será imprescindible acabar con la millonada que, en materia de subvenciones, el Ejecutivo saliente ha tirado por la cloaca maloliente de sus “maolillos mamporreros”.

 

Para abordar con un atisbo de éxito el vasto cometido que aguarda a Mariano Rajoy, urge sentar el principio de la confianza. Un pueblo puede prestar votos pero si recela del prestatario, termina exigiendo su desahucio. El nuevo presidente debe comenzar su periplo gobernante subido en la peana de su autoridad moral. Para ello, ha de erradicar el engaño de su discurso y de sus decisiones. Si duelen, que duelan. Los españoles sabemos estar a las duras. Lo que nos negamos es a que nos vendan el actual estado de malestar como el estado de bienestar que, hace años, disfrutamos. Vamos a peor, pero podemos evitar el abismo. El embarazo bien llevado puede traernos un alumbramiento feliz.

 

Un saludo.



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