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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL DESPACHO OFICIAL

 

 Pepe Blanco es uno de mis personajes favoritos. Por muchas razones. Especialmente por sus cualidades de mozo de tebeo. Se puede situar entre Carpanta, hambriento de poder, y el caco Bonifacio. Qué ricos. Una diferencia fundamental entre el ministro y los héroes de tiovivo. Éstos llenaban de sonrisas nuestras vidas infantiles. El inicuo carterista de Fomento atiborra sus bolsillos con las angustias de los adultos.

 

El personaje José Blanco es perverso de alma y pérfido de acto. El señor de Lugo resume la esencia del socialismo zapateril. Nada hay tras las pastas lujosas de su libro de miserias. Pillado in fraganti con la violación, reniega de los mensajeros que contemplaron la escena. El colmo de la canallería es un estalinista de método bajo la piel de un leninista de opereta.

 

El señor Blanco dice que pone la mano en el fuego por su primo. Se sobreentiende que por el que, supuestamente, contribuyó a henchir su orgullo con billetes de Dorribo en aquella gasolinera que recordaba el camarote de los hermanos Marx. A ver. Que diga lo contrario. Está a lo que pueda largar su pariente por el que se inmola. Tipo siniestro el primo.

 

En la cadena de los prisa, el locutor Francino le coloca la alcachofa podrida para que el de Fomento se explaye y saque fuera todos los traumas. No sea que el pobrecito deje el Gobierno sólo con un fajo delante y otro detrás. Blanco no recibió a Dorribo, se excusa el de la cartera, en una gasolinera. Nada de eso. Lo acogió en su coche oficial. Que es distinto. Las circunstancias del depósito vacío -acaso de carburante, tal vez de bin laden- le condujeron a un lugar tan democrático donde es imposible contravenir ley alguna. Sobre todo por la presencia cercana de agentes de la Guardia Civil. Cómo va a cometer delito alguno en una estación de servicios de combustible. Para eso, tiene su despacho oficial.

 

El caricaturizado Blanco, mitad Carpanta, mitad Bonifacio, fija la mirada en un punto perdido de la emisora subvencionada amiga y, esbozando un ridículo mohín de broma, suelta la machada del día. Para delinquir, ya tengo mi despacho oficial, asevera. O sea, que de la eventualidad de Guitiriz pasa a la sólida estructura del Ministerio. Porque, de creer lo que consta en el sumario judicial, el empresario amigo le untó con cientos de miles de euros que, traducidos a pesetas, son varios millones.

 

El mantra de Blanco es la poción mágica de Astérix. Cuanto más miente, más pronto cava la tumba de su credibilidad. Si él, cual Obélix de grasa y colesterol, se bebió un tonel de la corrupción cuando de jovencito correteaba entre los matorrales de su partido. Más que un galo patriota, es un gallito en corral ajeno con un espolón como azagaya. El despacho oficial del Ministerio era, en realidad, el negociado de la manteca, la tienda del todo a cuatrocientos mil, el comercio de la mafia, el estudio del tráfico de influencias. Gatito lindo.

 

Don José nos ilustra diariamente a los idiotas españoles que no comprendemos su altura de miras. En la gasolinera, se recibe a los administrados. En el despacho oficial, a los aspirantes al cohecho. Es que no nos enteramos. Carpantas de carne y Cacos Bonifacios de hueso. Blanco negro. Negro Blanco.

 

Un saludo.

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