NO SE TRATA DE LA EDAD
Rubalcaba no es un mafioso. Sin embargo, me lo parece. Zapatero es un incompetente político. Me reafirmo. La campaña electoral del Psoe ha sido un desastre. Lo proclamo. En periodismo, una cosa es el qué y otra el quién o el quiénes. Está fuera de duda. Pues bien, cuando el quién se antepone al qué o, con más propiedad, si se otorga al qué un papel secundario y se entrega el protagonismo al quién, entonces se llega a la estupidez si no a la patología.
Verán. En los últimos cuatro años, el qué era la crisis. No había otro guión. Crisis. Al compás de la crisis, aparecieron las narraciones que acompañan al cortejo de la recesión. Uno de estos relatos, el más impresionante, era el referido a la corrupta clase gubernamental. En general, la mano derecha de las vaguadas económicas es la ausencia de canales de desagüe. La porquería se queda estancada y, al poco, comienza a oler mal. Lejos de recoger la basura, se olvida o se tapa. No obstante, los efluvios son mefíticos. Y todo el mundo sabe cuál es la causa y quiénes son los irresponsables. Todo el mundo menos los emperadores desnudos.
La vieja guardia del Psoe hizo acto de presencia en los mítines más populacheros. Invitados por el candidato psoecialista, Felipe y Guerra cantaron viejas y polvorientas baladas. Las letras de Felipe sonaban a fondos reservados y a terrorismo de estado. La música de Guerra rememoraba andanzas poco recomendables de este menda y de alguno de sus hermanos. La memoria histórica se volvió contra los que pensaban que estas fenecidas figuras del toreo de salón podrían insuflar vendavales de aliento a la desencantada sociedad que, otrora, votaba al partido. Se equivocó la paloma. Erraron los halcones. El mejor actor no hace película ni una cigüeña, verano.
El qué, insisto, el qué. Al tanatorio se va a rendir homenaje al muerto por medio de sus causahabientes. La boda es el motivo de encuentro de personas distintas en torno a los contrayentes. Las elecciones provocan la reunión de ciudadanos a fin de mostrar su satisfacción o su desencanto con la política del gobierno de turno. Las cosas discurren por ese sendero. Si alguien olvida el manejo del mando a distancia y no se pone las gafas de cerca para distinguir el sentido de los botones, perderá su tiempo y tensará sus nervios. Rubalcaba cabalgó con dos viejos rockeros acusados de corrupción. Veinte años después fue la novela apéndice de los tres mosqueteros de Dumas. La obra no obtuvo apenas reconocimiento. Resultaba penoso comprobar los estragos de la vejez en personajes que fueron paradigma de la fortaleza juvenil. No era la edad el problema. Los años eran la ausencia de solución.
El Psoe ha perdido las elecciones por culpa de su mala política. En vez de cambiar el rumbo y de ponerse a trabajar con energía, prefirieron el de perdidos al río. Inútiles subvenciones millonarias. Incremento de la fiscalidad. Aumento del latrocinio institucional. Carencia de la necesaria reforma laboral. Y más de cinco millones de parados. Pero bueno, qué cuadrilla de costaleros puede sostener un paso de tan gravosa carga mientras el hermano mayor se ríe y el capataz camina borracho. La vieja guardia, ávida de un minuto de gloria, acude presta. Qué va. Aparte de los chistes rancios de siempre, las fuerzas abandonaron sus cuerpos y sus mentes.
La cuestión era la procesión. Los directores de la banda no estaban para trotes distintos de su ingrávida batuta. No era la edad. Era el lastre. No es cosa de viejos. Es cosa de golfos. De golfos.
Un saludo.
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