EL VALOR DE LOS HUMILDES
La mayoría absoluta obtenida por el Pp en las recientes elecciones generales permite sacar diversas conclusiones. De todo tipo. Sin embargo, me quedo con una. La victoria rotunda de los populares se ha caracterizado por la normalidad del acto y del gesto. La humildad ha presidido las celebraciones de la noche del domingo. Ni euforias desmedidas ni actuaciones astracanadas. En la mañana del día siguiente, todo transcurría conforme se espera del discurrir democrático. Ni sonrisas teatrales ni saludos fuera de tono ni gritos desaforados de triunfo. Un buen primer paso que ahorra traspiés.
Es la humildad de los vencedores. Es el resultado de conocer los propios límites y, en virtud de lo que diluvia, obrar de acuerdo a ese conocimiento. No se trata, pues, ni de bajeza de nacimiento ni de sumisión a nadie o a nada. Dirigente alguno del PP de Huelva se ha significado en su brindis. Han dado una lección de modestia y de respeto. Han sabido interpretar de manera magistral la sinfonía de la recuperación moral y de la reconstrucción económica tras los bombardeos devastadores de la legión cóndor psoecialista.
Este articulista se hace eco de los comentarios de café y de las tertulias de cerveza a pie de calle. Los resultados de la votación no pueden entenderse en clave de varapalo judicial ni en términos de descalabro de la izquierda merced al avance de la derecha. La estrepitosa derrota de Barrero y de Mario Jiménez en Huelva ha de considerarse como una condena. El pueblo soberano ha dictado una sentencia inapelable y firme. En su argumentario verbal, la ciudadanía no ha castigado al Partido Socialista. En absoluto. Todos somos conscientes de que la pluralidad se teje con la seda de opiniones distintas e incluso discrepantes. Es la salsa de la democracia por más que la mayonesa provoque, a veces, ingresos urgentes por salmonelosis.
Los onubenses han emitido un voto general contra la corrupción de los ejecutivos/ejecutores del Psoe. Han dicho basta a decenios de impunidad y de tiranía. Han gritado libertad y han ovacionado la necesidad del cambio. No han querido conceder ni un minuto más a quienes han elevado el vicio de la golfería a la categoría de canallada.
Un poco de vergüenza política. Si a los prebostes de la mesa de camilla del chalet de El Conquero les quedara una pizca de seriedad y de respeto, la noche del veintene hubiesen dimitido de manera irrevocable. Javier Barrero y María José Rodríguez cederían su escaño a algún compañero de lista no afectado por las irregularidades de los mandamases. En cuanto a la señora Petronila Guerrero, qué le voy a pedir que rectifique. Yo me iría a mi casa. Tomar posesión como senadora ultraja a insignes parlamentarios de su partido que pusieron su alma en pos del interés público. Ella, a lo suyo. Lo suyo es su bienestar. Donde reina la soberbia, no caben razones.
Y qué pasa con Mario. Con Mario qué va a pasar. Mantenerlo en el podio sin cimientos de la secretaría general y en el altar laico de la portavocía del Parlamento andaluz es tanto como dar alas a los ángeles de Javier Arenas cara a los marceños comicios regionales. Cada uno se suicida como quiere y puede. Si los supervivientes del búnker de san Telmo lo dejan donde nunca debió sentarse, allá ellos. El Psoe es un partido, pero no una institución pública. De ahí que ni siquiera le solicite su abandono ni pida su destitución. Si el hombre es feliz ofendiendo a to quisque, pues nada que siga anudando la soga en el árbol de los ahorcados por los Eres, por los Matsas, por los Decretazos de desordenación, y así sucesivamente. Qué temerá Griñán para no querer ver lo que hemos visto millones de andaluces.
En el país de los humildes no entran los altaneros ni los jactanciosos ni los altivos ni los endiosados. La democracia es la fuerza del pueblo. Sencillo. Sincero. Campechano. Natural.
Un saludo.
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