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Francisco Velasco. Abogado e historiador

GANSADAS

 

 El diario HuelvaYa recogía en titulares, el pasado viernes, una de las últimas gracias del señor Javier Barrero. Barrero, que permanece agazapado en su cubil de supervisor de Mario Jiménez, está de coña con el tema de las viviendas. Como si la solución a un problema tan grave radicase en los chistes. Se ha dejado caer el eterno congresista con una chufla del tamaño de su dura cara. Afirma el ínclito psoecialista, con vivienda en rincón de lujo y privilegio, que las últimas medidas de ZP podrían rebajar a la mitad el stock de casas sin vender.

 

Lo de este político es de hartazgo. Cansa el hombre. Angustian sus palabras. Molesta su tono. Disgusta su actitud. Con la cantidad de familias que han sido desahuciadas por no tener con qué pagar su hipoteca, el cliente de José María Mohedano en la STS 3/1999, de 3 de diciembre, nos cuenta una milonga sin más fundamento que su santa voluntad de seguir llamando pan a cualquier cosa. Con la misma facha e idéntica impostura que, escudado en su condición de parlamentario, se negó a someterse a una prueba de detección alcohólica. Que no, se posicionó entonces, muy digno, ante la Guardia Civil. Lo del alcoholímetro es una afrenta imposible para tan célebre representante de la Patria. Que salió absuelto de delito penal, ya se sabe y sobradamente escandalizó. El Alto Tribunal entendió que su desobediencia se enmarcaba, sobre todo, en el ámbito del derecho administrativo sancionador. Al final, ni una cosa ni otra. Ustedes no saben con quién están hablando.


Ahí lo tienen. Tan ufano de haberse conocido. Habría que preguntar al Supremo si las declaraciones sobre las situaciones habitacionales a las que alude el abulense podrían ser objeto de fraude electoral. Pero para qué. Si un ciudadano es capaz de comprarse una vivienda porque ha creído las patochadas de tan insigne caballero, y después no tiene posibilidades de abonar las cuotas bancarias estipuladas, habrá picado el anzuelo de las estadísticas manipuladas y luego vendrá a quejarse al maestro armero. El Mohedano de turno alegará, más tarde, que se trataba de un vaticinio, de una predicción bonancible, de un pronóstico alentador, de un augurio positivo, de una previsión infeliz, pero, en ningún momento, malintencionados. Por Dios. Ver mala intención en Barrero es una ignominia. Como la de la Benemérita que no se le cuadró al detener el vehículo que conducía.

 

Qué quieren que les diga. Este articulista no se compraría ni una chabola si la decisión de adquirirla tuviere causa de las palabritas estúpidas de tan destacado prohombre. Ni una chabola. No obstante, cada uno es muy libre de creer al mentor de doña Petri y don Mario. Por si les sirve de consuelo, miles de personas honradas han confiado en el señor Barrero. Entre ellas, conozco a unas cuantas que sigue maldiciendo el día que lo conocieron y siguieron sus consejas. En fin, que a la fuerza ahorcan.

 

Si don Javier mantiene su optimismo “mentirológico”, allá él. La sociopatía se proyecta en mil direcciones. No obstante, recuerden el refrán: tonterías, las justas; memeces, las precisas; boberías, las necesarias. Gansadas, gansadas, las dichas por Barrero, don Javier.

 

Un saludo.

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