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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA CARA, LA CARETA, LA CAROTA

 

 Que me duermo, me voy a tomar un café. Palabritas de Rubalcaba a Zapatero en el edificio del Congreso de los Diputados con motivo de la reforma constitucional de la estabilidad presupuestaria. Se duerme. La tensión entre el macho alfa derrocado y el macho alfa por derrocar se masca. Ni siquiera se esfuerzan por disimular. La cara de uno y otro muestran los surcos de la derrota y los espasmos del abatimiento. Mantienen la táctica de las mil caretas pero el verbo les delata. El verbo y los gestos. La carota se impone a la cara y se superpone a la careta. Qué mal andan las cosas en el partido que fuera de Pablo Iglesias.

 

La cara amable de ZP fue sustituida, a medida que la galanura de su ingenuidad marchitaba, por la careta sociable que ocultaba la descomunal carota del presidente septenal. La cara taimada de Rubalcaba nunca pudo ser escondida por la careta de sabio con que algunos cercanos pretendían simular la careta malévola y usurera del nuevo liderzuelo del grupo con sede en la madrileña calle de Ferraz.

 

Cara, careta y carota se solapan en la mímica y en las expresiones de tan inicuos politiquillos de mucho pico y poca chicha. Es el sino de los incapaces. Mientras pueden, dan una imagen falsa como su ideología. La pompa del chicle les estalla en la cara y la mascada goma se funde con la careta del momento. Nada que hacer. Están retratados y la etopeya les marca como Velázquez pintó a los Austria.

 

Rubalcaba se duerme y Zapatero permanece insomne. El primero pierde la consciencia de la realidad al ritmo del retroceso en el manejo de los mecanismos electorales de su partido. Acude al café como atenuación de las ganas de colocarse con otras sustancias más activas. Desaparece del escenario donde se rueda la película del triunfo de la derecha. Se refugia en la cafetería a fin de que sus ojos no vean lo que el corazón -si lo tiene- ya presiente.

 

Su cara de avaro irredento no admite careta que desfigure su enfermedad espiritual. Las caretas de los independentistas han dejado de cubrir los estragos que el mal anímico han causado en su carota de piedra granítica. ZP le ha chafado su estrategia burda y traidora de vender a España en el mercado gadafista de Urkullu y de Mas. La posible cooperación interesada de Llamazares, de Cándido y de Toxo se ha ido a hacer puñetas. Aliarse con el PP es un mandoble a la yugular del prestamista miserable, mezquino y roñoso que anticipa una parte del Estado con intereses imposibles de satisfacer. La señora Valenciano no tiene manos con las que taponar las mil brechas que dejan ver el sanguinolento cerebro de su fugaz jefe de filas.

 

La Armada psoecialista navega por mares procelosos. Sin embargo, la deblacle no se explicará por las tempestades como se excusó con Felipe II. El revolcón del “veinteene” traerá causa de hechos más humanos y menos meteorológicos. El principal de ellos es la ineptitud de los almirantes y la incompetencia de los jefes de la marinería. La corrupción suele anidar allá donde los gobernantes se dan de bruces contra el muro de la transparencia. A falta de luces, las oscuridades se adueñan del territorio. A poco que arda una pequeña llama, todos verán que la cara de la vergüenza era sólo una. Las caretas, mil. Los y las carotas se resumen en dos, como los mandamientos de la ley de Dios: desconfía de Zapatero; de Rubalcaba, más o menos.

 

Un saludo.

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