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Francisco Velasco. Abogado e historiador

A-CUARENTA Y NUEVE

 

Sí. La A-49. Esa vía de autos que discurre entre Huelva y Sevilla. Ni autovía ni autopista. El alcalde de La Palma del Condado reclama al Gobierno de Zapatero -o lo que queda de él- que construya urgentemente un tercer carril. Que con los dos que tiene -como si en treinta años todo hubiera quedado igual- no se satisface el contingente normal de vehículos. En este sentido, de comenzar las obras, se ruega un poco de prospectiva. Cuatro carriles. De cara a veinte años, son necesarios cuatro carriles en cada sentido.

 

Basta ya de parches. Ya está bien de andar a la zaga de las necesidades sobrevenidas. Es previsible el incremento exponencial de la circulación por carretera. Si el AVE va a sobrevolar las cabezas de los onubenses y dejará sobre sus testas sin corona un reguero de defecciones; si el TALGO va a mantener su ronroneo cansino en el duermevelas de la media docena de viajeros diarios que se someten a la tortura psicológica de cubrir el trayecto con Sevilla en noventa minutos cuando podría hacerlo en media hora; si el aeropuerto es una guasa, un fraude, una maldita broma de doña Petri y compinches; si no existe mar ni río que nos vincule con la capital de la Giralda; si no tenemos la infraestructura mínima que requiere un pueblo para prosperar económica y culturalmente, cómo podremos superar algún día nuestra postración como sociedad y como población. Cómo.

 

La A-49 es el cordón umbilical que nos liga con la civilización. Recluidos en el rabo de la piel de toro, servimos como espantamoscas. Así que lo de tres carriles, nada de nada. Cuatro con vistas al mar Atlántico. Los atascos, para las madronas. Los emplastos, para Fomento y para Pepe Blanco. Los empachos, para quienes se comen el menú de cinco tenedores y se beben el Cristal de mil euros la botella con el dinero de los impuestos. Los “simpa” no son tres rusos que estafan a Briatore. En España, los que no pagan se cuentan por miles. Desde alcalde a concejales pasando por diputados y senadores a presidentes de organismos inanes y de vacías fundaciones. Estamos tan discriminados que no contentos con tocar el fondo de la desigualdad, escarbamos para alcanzar el subsuelo de la marginación. Segregados somos. Y estamos.

 

La nacional con Badajoz es un excremento resbaladizo que provoca accidentes a destajo. La idea de doblarla se colapsó en la mente estafadora de unos políticos que arreglan todo mientras se pudren en la Oposición y se olvidan de sus promesas cuando toman posesión del Ministerio. Unos granujas que no conocieron la vergüenza más allá de que echaran los primeros dientes. Del tren a la sierra, qué les digo. Como el que se arrastra hasta el Guadalquivir pero a paso más lento. Así nos luce el pelo. En tanto, la Diputación de Huelva se mira el ombligo. No sabe qué hacer antes. Si presentar sus respetos a la seño Petronila o si discutir cuántos asesores sobran. Con lo fácil que es el dilema. La señora Petronila merecerá respeto político cuando deje de malgastar el dinero público. En cuanto a los asesores, sobran todos. Sin excepción. Con los funcionarios, muy buenos, tienen para “tirar y jalar”.

 

Comunicaciones. Sólo pedimos un poco de comunicación. Que estamos más solos que la una. Que nadie quiere venir a Huelva porque se llega tarde, caro y mal. Y una vez en la capital, las balsas de fosfoyesos y las chimeneas del Polo llevan a más de un turista a taparse la nariz. Así no se puede seguir. Con tantas carencias, al menos que la Cuarenta y nueve disponga de cuatro carriles. Una limosnita, por Dios. Una limosnita. Cuatro carriles para la A-49.

 

Un saludo.

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