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Francisco Velasco. Abogado e historiador

BONOS ANTIPATRIÓTICOS

 

 El instinto del escorpión es matar. Ténganlo en cuenta. El horizonte de la Junta de Griñán es prolongar su miserable vida política. Adviértanlo. El escorpión no puede enfrentarse a su naturaleza ni el griñanismo remontar su nefanda praxis.

 

Se han gastado lo que no tenían. Han permitido el latrocinio institucional. Ampararon la desigualdad social. Favorecieron a amigotes y familiares. Se rieron de las consejas de la oposición. Mangonearon a gusto. Disfrutaron de comidas pantagruélicas a costa del contribuyente. Lucieron coches oficiales conducidos por chóferes profesionales. Gustaron de ser magnates cuando no eran sino mafiosos de rancio cuño. Dilapidaron las arcas andaluzas y despilfarraron en orgías mediáticas el presupuesto de años. Se alquilaron a sí mismos inmuebles de los que eran propietarios. Abonaron viajes al extranjero en busca de placeres innombrables. Y qué pasa al cabo. Que no tienen un euro que echarse al bolsillo de su pantalón de alta costura.

 

Bonos patrióticos. La señora Aguayo, consejera se dice de Hacienda, está de mercadillo de valores. No sabe si acudir a la simonía de cargos públicos o, directamente, a la subasta de direcciones generales y de delegaciones. La dama de los EREs busca un nuevo fondo de ofidios para terminar el año. Lo tiene crudo. Tanta fiesta termina por pasar factura. Les queda empeñar el patrimonio de la comunidad, o subir los impuestos, o incrementar la voracidad recaudatoria y rapiñadora de los inspectores tributarios, o asaltarnos en plena calle como, otrora, los ladrones de Sierra Morena. Algo tiene que inventarse para que no se le subleven los buitres de turno que esperan la carroña obligada. Bonos patrióticos. Al estilo catalán, aunque sin idea de patria ni de nación ni de hogar. Lista la mujer y malvada su cara dura.

 

Servidor se permite aconsejarle en este sentido. Como ya sé que la primera recomendación, la de largarse con viento fresco lo más lejos posible de la caja de caudales, no la va a seguir, le avanzo una segunda que, acaso, tenga posibilidades de aceptación. Por ejemplo, negociar con los puestos de la Administración. De similar manera a como se actuó en el régimen feudal. Los señores medievales entendían que las iglesias y bienes formaban parte de su patrimonio privado. Necesitados aquellos nobles de dinero, no dudaban en vender capellanías, cátedras, parroquias, a los mejores postores. Los griñanistas, que están convencidos de que Andalucía es exclusiva propiedad del psoecialismo, pueden imitarlos en esta barbaridad. Así, por ser Delegado de Educación, tres millones de euros. Multipliquen esta cantidad por ocho provincias y por diez o doce consejerías, y reúnen una pasta. Los delegados adquirentes no harán las cosas peor que los elegidos por designio del amo. La educación, por ejemplo, no podrá retroceder más allá del último puesto que ya ocupa.

 

Eso sí, por la consejería de Aguayo, la puja comienza en los veinte millones de euros. En cuanto a la presidencia de Griñán, no se presenten plicas por menos de cien millones. Un dineral, oigan, una pasada. Se matarían dos pájaros de un tiro. En primer lugar, nos libraríamos de unos gestores infames y corruptos que no tienen idea -idea buena, quiero decir- de lo que se traen entre garfios, digo entre manos. En segundo lugar, arrimaríamos madera al fuego financiero que se apaga por minutos. Todo un negocio este de la simonía institucional.

 

Lo de bonos patrióticos, no, de verdad. No teníamos bastante con la banda de desharrapados políticos que nos ha tocado sufrir, que encima hemos de atender las malas copias de otras regiones que tienen un poco más de sentido común. Le compro, señora Aguayo, una maleta. Para que recoja sus pertenencias y ahueque el ala. Hasta el camión de mudanzas estoy dispuesto a facilitarle. Que no me echa cuenta, pues muy bien, que le compre quien usted sabe sus bonos antipatrióticos.

 

Un saludo.

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