EL LANDISMO
El intérprete de los “Santos Inocentes” nos enseñó a todos que la arquitectura de su carrera nada tiene que envidiar a la de los grandes de Hollywood. Vivió la España franquista con la misma energía y profesionalidad con que Orson Wells protagonizó Ciudadano Kane en plena segunda guerra mundial. La diferencia es que el español era bajito y de un país sumido en el agujero expresivo de todas las dictaduras.
Cualquiera puede reprocharle el amor por su tierra y su no adscripción a los postulados de pseudoizquierda de muchos de sus compañeros de reparto. Una persona de tan natural talento y de tan espacioso carácter no se alinea con las tesis objetivas defendidas por gente de escasa consistencia moral y fútil acervo intelectual. Si a ello añadimos su condición de navarro de tierra chica/grande y de español de nación grande/chica, se comprende que los turiferarios de la “zeja” procuraran negarle el pan y la sal. Pobres ellos.
Pasó el tiempo glorioso de los Fernán Gómez, López Vázquez y otros excepcionales ejemplos del cine autóctono. Alfredo Landa se une al olimpo de intérpretes de la pantalla grande. Confío en que los magníficos sucesores de la profesión de cómicos sigan sus pasos en lo que a buena praxis se refiere. Me importa una higa que se definan de izquierdas o de derechas. Lo único que les pido es que emocionen al público con similar intensidad a como trasmitió el navarro español/español/navarro.
Con eso me conformo. Y de esta manera puedo reconciliarme con los artistas de verdad. Aquéllos que lo son sin necesidad de vivir del cuento de las subvenciones que, a manera de limosnas, les inyecta el gobierno de la izquierda de turno para garantizarse la agradecida ovación el día de entrega de los premios de la Academia.
Alfredo descansará en paz, pero sus películas, todas sus películas, seguirán dando guerra. Mucha guerra.
Un saludo.
0 comentarios