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Francisco Velasco. Abogado e historiador

QUE NO ES UNA BURRA

 

 Recuerdo durante mi niñez la rutinaria mención al jumento cada vez que el profesor observaba que el alumno ni estudiaba ni respondía a las expectativas de su enseñanza. Burro, gritaba desaforado cuando el chavalito no tenía idea de por dónde iba la pregunta. Lo de burra era menos frecuente porque, por desgracia, las niñas frecuentaban menos la escuela. No obstante, también se llevaban un buen trozo del pastel de las ofensas.

 

He leído en cualquier parte que Mar Moreno, la excepcionalmente ignorante consejera de Educación de Andalucía, ha mostrado su satisfacción por la convocatoria de un concurso-oposición para cubrir plazas de Infantil y de Primaria. A doña Mar se la podrá decir inepta, ignara, mostrenca intelectual o adoquín político. Dicho en el contexto de su gestión como inexplicable gobernante. Ahora bien: ni burra ni pollina ni siquiera percebe. Los animales tienen su corazoncito y las personas el suyo. Incompetente es un calificativo que describe e incluso especifica una forma de acción. O incapacitada, que tampoco define mal al personaje.

 

Esta oferta pública de empleo contempla un examen eliminatorio. Una suerte de reválida que ejerce de tamiz a los candidatos piedras gordas cuyo volumen les impide colarse por los intersticios del cedazo. Cedazo, sí, pero dedazo, no. Ahora viene la madre del cordero, la Ada Colau de los escraches y de las subvenciones. Doña Mar respira por la herida de las pruebas celebradas en la comunidad de Madrid. Como en ella gobierna el Pp, pues nada, a darle un toque en la boca del estómago y censurar la presunta descalificación al profesorado de la pública. Ella reprueba unos hechos y repite la maldad posible de los mismos.

 

El sistema educativo público no está desacreditado por los profesores. Ni que se lo piensen. Los zotes son los políticos colocados al frente del mismo. Desde los altos cargos de ruizvizarrón a los delegados provinciales. Una panda de incapacitados que esconden su aversión a las aulas en las mesas de la oficinita sin alumnos.

 

La tragedia de las buenas intenciones no halla acogida en la figura de la consejera Moreno. Cómo que por qué. Porque no son buenos sus propósitos. Porque su docilidad al mando es un ejemplo macabro de inutilidad política. Y porque urde cualquier cosa con tal de vendernos la burra, ésta sí, medio muerta al precio de un jumento joven y sano.

 

Que nadie la llame burra.

 

Un saludo.

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