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Francisco Velasco. Abogado e historiador

SANTITOS

 

 San Tito fue obispo. Compañero de Paulo de Tarso. No aludo, sin embargo, al personaje cristiano. Sí apunto al diminutivo plural de santo. Santitos. En la acepción que quieran. Que buenos, beatos. Que virtuosos, venerables. Que inmaculados, puros. Que dibujos, viñetas. Que imágenes, ídolos. Que onomástica, fiesta. Que consigna, salvoconducto. Hay para todos.

 

El día uno de noviembre tenemos una cita con los santos. Celebración cristiana que todos los años se materializa en España. Días de reflexión y de morriña. Santos que preceden a los muertos. Vidas admirables que no escapan al humus. Se conmemora el nombre de aquellos que no tienen sitio en el santoral. Tosantos, sí. Tosantitos, no.

 

Los santitos son una especie a la que se da de comer aparte. Forman una comunidad de puretas a los que se reconocen méritos y cualidades formales que en nada se compadecen con el fondo de sus almas ni con la bondad de sus acciones. Pasan por bienaventurados pero hacen infelices a parroquias enteras. Alaban la paz pero fomentan acciones bélicas. Descansan en hamacas algodonosas entre muchedumbres de famélicos. Dicen indignarse junto a los desvalidos pero pisan alfombras persas de carísimos hoteles. Se presentan como apóstoles de los obreros y no son sino iscariotes del sudor de su frente. Santitos.

 

En un mundo en crisis, imputan a los demás los yerros y las maldades propios. Se apropian lo público para su disfrute particular. Doblan sus rodillas ante un Cristo al que crucifican a diario. Dicen una cosa y defienden la contraria. Caras de beatitud ocultas bajo el manto que cortó Esquilache. Santitos.

 

En todas partes se hallan. Cuestión de observarlos. En el clero y en la clase política. Dentro de los nobles y entre los villanos. En las cámaras de representación y en los observatorios carcelarios. Santitos.

 

Día de fiesta. Que no nos engañen. El reino de los cielos aguarda la llegada de algunos. Los otros se benefician de los loores de la tierra. Muchos se quemarán en los infiernos de Pepe Botero.

 

Hoy, sin embargo, nos acordaremos de los que, en verdad, han actuado como santos. Como ejemplos. Como modelos a seguir. Estén, o no, canonizados. Se les rinda, o no, culto. Estén, o no, consagrados a Dios. Los que han luchado de verdad por la paz, la igualdad y la libertad. He ahí los santos. Los que dicen que han peleado por ellas y, en realidad, se han escondido como ratas, ellos son los santitos. Santitos.

 

Un saludo.

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