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Francisco Velasco. Abogado e historiador

Urban, el GODO SAbihondo

Érase una vez. Un cuento. Una historia. Una leyenda. Un mito. Una realidad. Una verdad. Una mentira. Un hombre. Una mujer. Un amor. Un interés. Una conveniencia. Un rédito atractivo. Un rendimiento fascinante. Una utilidad encantadora. Una fortuna seductora. Un lucro hechizante. Un provecho sugestivo. Dos hombres. Dos mujeres. Un hombre y una mujer. Qué más da. Cualquier parecido con la realidad puede ser pura coincidencia. O no. A saber. Juzguen ustedes.

 

Urban, el godo sabihondo, nació en aquella ciudad que los desafectos calificaban como culo del mundo. De niño pobre, supo hacer del humilde negocio familiar, una próspera industria. Aprovechó como pocos el boom del ladrillo. Ganó dinero pero la vivienda no consolaba bastante su gran ambición. Quería, además, poder, influencia. Constructores había muchos. Necesitaba brillar y el fulgor de los billetes no satisfacía su ansia de renombre. Más. Mucho más.

 

Educado desde la más tierna infancia en el catolicismo más bullanguero, entendió con rapidez la brillante ascua que la Iglesia era. El patrimonio clerical constituía una bendición en el campo de los cimientos y de los azulejos. Como trampolín, una plataforma innegable. Se aproximaba, así, a la derecha más tradicional y lanzaba sus cantos de sirena a la coronación canónica de su persona y de su negocio. Menudo arbotante encontró entre las filigranas procesionales de la muerte buena y de la consolación dolorosa. El hombre apostó por la religión y en ella encontró los paraísos reservados a los nobles de casta y a los burgueses de ideas. Ni el propio san Agustín predicó con tanto ahínco la palabra divina ni combatió con tamaño arrojo a los herejes y cismáticos que amenazaban la ortodoxia católica. Urban era así. Un godo sabedor y distinguido de la chusma invasora.

 

Adquirió fama de justo hombre. Incluso de hombre justo. No hay más que acercarse al alto clero para escalar la más elevada cumbre de la hermandad. Y de las cofradías todas. Lisonjas por aquí. Alabanzas por allá. Oronda de satisfacción su figura. Plena de orgullo su empresa. Aspiró a cátedras superiores pero civiles y dizque de izquierdas. Urban, el godo sagaz, erigió un nuevo arbotante para el edificio empresarial que crecía y crecía. La difusión de la doctrina de la egolatría debía sustentarse en la posesión de instrumentos de finísima precisión.

 

Los medios de comunicación tentaban a nuestro héroe. Invertir en prensa escrita y en televisión resultaba muy costoso. A no ser que... Subvenciones. Palabra mágica y milagrera que le susurraron desde la esquina del gremio de la Armani-izquierda de su costera sociedad. Si la Iglesia acoge al abortista, al pendenciero, al divorciado y al pecador, la Secta ofrecía su cobijo al empresario dócil y al esbirro fiel. Los extremos se juntan en Andalucía y en Huelva. Iglesia versus Paganismo. Que da igual, que lo mismo da. Fuentes de ingreso rápido y de ascenso de vértigo. Tinto y Odiel como ríos de oro oficial.

 

Urban no cabía en sí de gozo. La vida le era grata. La gente se arracimaba en su derredor. La fuerza del metal radica en el color natural de éste. Todo le sonreía. Hasta que la crisis del zangolotino rompió el odre de leche. Mantenía, sin embargo, buenos herrajes y excelentes anclas. Con todo, el horizonte se nublaba. Nubarrones negros aparecían por el Mediterráneo. Guardaba en la manga el as de la caja del sol. Símbolo de dominio. Cívica institución la presente que rescataba de los frentes venidos del Mare Nostrum los pecios hundidos por la recesión. Disminuyeron los agasajos. Descendió el caudal de su particular estero. Peligro. Poca liquidez. De pronto, los reptiles. El pozo sin fondo. El boto valverdeño. El suelo givsaniano. Gerencia conyugal. Mario. Mario. Mario. Noticias. Huelva. Canales. Ayuda. Nos ahogamos todos. (...). Urban soñó con ser Kane, el ciudadano, y se quedó en Xisco, el bien pagado.

 

Urban, el godo saltarín, rechaza que Unedisa y Vocento le retraten. Él ama el palio que sobre su testa principesca elevan los acólitos remunerados por las dádivas de Márquez, Guerrero, Jiménez y otros empresarios de pitiminí. Odiel y Atlántico se vinculan en el godo. En el godo salido. Salido de la nada.

 

Continuará. Cuándo. Continuará.

 

Un saludo.

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