EL DISCURSO DEL RENCOR
Lo dije públicamente el día de las elecciones municipales. No haría leña del árbol caído. Mantengo mi palabra. La candidata psoecialista a la alcaldía de Huelva se autoinmoló antes del 22-M. Era víctima de su desmedida soberbia, pero sobre todo, cautiva de sus intereses personales. Pésima dirigente de una Diputación maltrecha, se ofrecía como mesías de un Consistorio que se escapaba a su grupo desde la época de Ceada. En realidad, sólo quería ampliar la finca. La mujer perdió antes de empezar. Había endeudado a la principal institución de la provincia y quería repetir la hazaña en el feudo de Pedro Rodríguez.
El pasado sábado se constituyó la nueva corporación municipal capitalina. Los cabezas de lista de las formaciones con representación explicaron su discurso. Lo hizo bastante bien José Pablo Vázquez. Estuvo en general muy acertado Pedro Jiménez. A continuación habló la todavía presidente de la Diputación. Si la frustración y el rencor tienen cara, la de esta señora encarnaba ambas emociones negativas. El discurso de la psoecialista fue un monumento a la destrucción del líder laureado por el pueblo. Hizo lo que pudo y pudo lo que hizo. Sin concesiones a la galería de quienes esperaban un mensaje de odio. Una ira contenida no disimulaba el frunce enemistoso de sus labios. Tirria, fobia y despecho se atropellaban en la salida de sus palabras. Ni un poco de afecto. Nada de simpatía. Ni una saetera a la luz de la comprensión. La señora es así y de esta guisa se las gasta.
La impulsora del Pacto por Huelva retrató su alma política. Toda su trayectoria pública ha sido un devenir entre aguas plácidas. En el momento que el río discurre por parajes de pendiente abrupta, extrae de ella lo más recóndito de su ambiciosa personalidad. Le importa un pepino lo que ocurra a la ciudad, más allá del beneficio que ésta pueda dispensarle. En la crisis hortofrutícola provocada por Alemania, se expresó tarde y mal. Tanto dinero regalado a firmas publicitarias forasteras para vender la imagen de Huelva, y el mayor éxito fue “Huelva va más acá”. A pesar de pregonar la belleza ambiental del fosfoyeso, recrimina al alcalde su voluntad de liberar a la ciudadanía de ese terrible material. Por más que se alió con aduladores en nómina para vender la necesidad de un aeropuerto, parió miseria y deuda en partes iguales. La imposible llegada del AVE escandalizó a los mejores pensados y satisfizo a los peores detractores.
Huelvaya es. “Huelva más alla” nunca fue. Salvo el rictus letal de una estafa continuada. La candidata no habló sobre su programa de construcción cívica. Se limitó, con saña, eso sí, a culpar al alcalde electo de las promesas no cumplidas, debidas en gran medida a los muros que ella mismo levantó para que nunca fueran una realidad. Culpa al bombero de no apagar a tiempo los incendios que ella misma produjo. Destripa la verdad como el alguacilillo apuntilla a la res moribunda. Toda una profesional de la carnicería.
Mantengo mi decisión de ocultar su nombre. Sí confío en que le sea arrebatada la presidencia de la Diputación. Al menos, para evitar que el daño causado vaya en aumento. Darle más poder a la dama sería la ruina irreversible de un territorio ya demasiado castigado. Amparar una injusticia de estas proporciones implicaría en la misma trama abyecta a los encubridores, a los actores, a los cómplices y a los cooperadores necesarios. Si quiere luchar de verdad por Huelva, que lo haga desde la arena consistorial. En exclusiva. Bien lejos del confort de los palacios públicos. Desterrada de la manipulación de los caudales del pueblo.
Si no puede sacudirse el rencor, que no suframos las consecuencia del mismo. Su discurso ha desnudado sus intenciones.
Un saludo.
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