LA FAMILIA MUNSTER
La Familia Addams es una familia poco normal. En vez de rosas, cultiva espinas. En lugar de animalitos al uso, tiene como mascotas a unas plantas carnívoras; en pos de relajación, la estancia preferida es la sala de torturas. De manera similar a esta familia, surgió la saga Munster. Con una diferencia: utilizaba personajes típicos del terror, desde Frankestein al Hombre Lobo, y no personajes originales. Ambas series televisivas lograron un éxito asombroso.
Con ocasión del viaje que la familia del señor Zapatero realizó al país de Obama, los medios difundieron una fotografía que inundó de visitas las redes sociales. A mí, personalmente, me desagradó el tema. Nunca he compartido la idea de criticar a un personaje público en su esfera privada. Atenta contra mis principios y lesiona mi noción de respeto. Especialmente, cuando se utiliza a menores inocentes para hurgar en las desdichas y miserias de un más que desafortunado presidente del Gobierno. Con todo, aquella imagen cruel, por más que real y veraz, transportó a muchos al reino de la ficción. Addams y Munsters se adueñaron del subconsciente colectivo y, de manera subliminal si se quiere, volvieron a tomar vida en nuestro acervo cultural televisivo. Hasta ahí, bien y bueno.
La imagen formal sirve para esconder la verdad material. En este terreno, ocurre como con la justicia procesal que se emplea como arma para enterrar el fondo de armario de la infracción. Para familia especial, peculiar, diferente y atípica, la de don Manué (sic) Chaves, vicepresidente de España. Sí, han leído bien: de España. El señor Chaves es el molde que nunca quise ser. El dechado que siempre me repugnó. La horma más dolorosa. Toda la vida en política para decir, urbi et orbi, que jamás pudo ahorrar. Treinta años ondeando el rojerío como profesión para vendernos la moto de que todas sus ganancias se invirtieron en la educación de sus hijos. Asombroso por truculento. Atroz mentira. El señor Chaves ha seguido educando a sus hijos. Y de qué manera. Iván y Paula. Comisionista el chico, apoderada la hija. Jóvenes y sobradamente preparados. En su esfera pública.
El que miente, necesita falsear la verdad para dar una imagen diferente de la que realmente tiene. No está conforme consigo mismo y, en lugar de mejorarse auténticamente, se oculta tras un disfraz inconsistente. Y no se trata de una mentira esporádica y espontánea, propia de quienes defienden que el fin justifica los medios. Acaso se trate de una mentira de carácter evolutivo, que comienza en la infancia y se desarrolla pese a que tus padres sean militares de derecha. No creo, en cambio, que estemos en el terreno de la mentira sintomática, común a aquellas personas que se inventan logros para mejorar su propia autoestima. Más me inclino por la mentira como resultado de una conducta repetitiva. Es la mitomanía. Se vive por, para y de la mentira. Mentira preposicional. Es la más complicada. Aboca a la compulsión. En este último segmento bien parece incluirse el engaño del señor Chaves.
Addams y Munsters son familias de pega. La de Chaves es de las de tócame Roque. Ni Julio Verne alcanzó tal grado de imaginación. Desde la muerte de Franco, luchando por la democracia para esto. Qué vida, pardiez. Qué familia. Cuánto monstruo. Tanto Adán. Lengua. Poder. Familia. Aborto. Horreur.
Un saludo.
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