CUATRO PERRAS
Dicen que la verdad es patrimonio de los niños y de los muy ebrios. Dicen. El subconsciente nos juega con frecuencia muy malas pasadas. No podemos controlar nuestros sueños y, antes dormidos que durmiendo, exhibimos pensamientos y palabras que jamás nos atreveríamos a manifestar en pleno uso de nuestra razón. En sus primeros escritos, Freud utilizó el término como sinónimo de incosciente, si bien optó por abandonarlo a fin de evitar equívocos. En cualquier caso, la subconsciencia es un estado inferior de la conciencia psicológica en el que no se da cuenta al individuo de sus propias percepciones, bien por su poca intensidad, bien por su escasa duración.
El niño, el borracho o el subconsciente han puesto en evidencia al Psoe. Desde dentro. Del interior del propio partido/secta ha surgido la noticia. El Psoe de Écija quiere defender a Chaves y, para este amparo, mejor la indiferencia. Alguno de los pensadores eximios del partido no saben cómo diluir el aceite en el agua y no se les ocurre mejor forma de negar la corrupción... que admitiéndola. La admiten y, a continuación, la desvaloran porque, total, son cuatro perras. Clamoroso el mensaje. Insigne el mensajero. Arte a raudales. Tanto ruido con los ERES por cuatro perras gordas. Millones de euros son perras gordas para estos malhechores de la palabra. Millones de euros. Para eso, justifica el Einstein sin física, se ha hartado de trabajar por Andalucía. Ya está. Se pilló las manos y se quemó la lengua. Toda una confesión de culpabilidad que, de inmediato, rechazarán los bomberos insultones contratados por el partido.
La moral del “twitero” señala un antes y un después. Antes, se reprobaba cualquier tipo de mangoneo. Después, se acepta dada la poca cuantía del convoluto. Unas perras. El principio que rige el comportamiento de estos individuos debe hallarse en embrión. Si así se muestra antes de nacer, mejor contacten con Aído y con Pajín, a ver si entrambas son capaces de modificar el feto antes del parto. Aborto, no. Modificación del nasciturus, sí. De lo contrario, alumbrada la criatura, la moral social será la tumba de la ética. El robo se privilegia y la democracia se prostituye definitivamente. Sinvergüenza. Sinvergüenzas.
La contraofensiva del golfo no se hace esperar. Ellos no han dicho ni escrito eso. Faltara más. Algún hacker sin escrúpulos. Como Aznar, que defiende a Gadafi. No tienen remedio. No cabe solución. Cuatro perras, refutan, mientras la heroína Ayala se atreve a vislumbrar presuntos delitos de tráfico de influencias, prevaricación y malversación de caudales públicos. La dignidad de la magistrada es la coronación de la justicia. La indignidad del Psoe se instituye, una vez más, como sumidero de las inmundicias más despreciables.
Cuatro perras. Cuando yo, niño, una perra gorda era la décima parte de una peseta. Con ella, podíamos comprar, acaso, un pequeño citrato regaliz con el que distraíamos el hambre, endulzábamos la hiel de tiempos tan precarios y ennegrecíamos nuestras bocas para disgusto de las madres. Con cuatro perras, menos de dos reales, a lo mejor podíamos adquirir una careta de cartón con gomilla. Nos tapábamos la cara para asustarnos en los juegos. Estos psoecialistas de Écija no precisan careta. Tienen la cara tan dura y tan negra el alma, que en el país de los cinco millones de desempleados, llaman céntimos a cantidades astronómicas de dinero. Con ellas, se podría combatir el paro y sacar de la ruina a la economía andaluza.
La ruina, sin embargo, persiste. Se mantendrá mientras nuestra Comunidad siga en manos de mequetrefes políticos como los relatados. Cuatro perras no daba yo por su conciencia. No la tienen.
Un saludo.
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