Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

MARCHA ATEA

 

 Ahora que la Semana Santa se viste de gala, los anticlericales de siempre irrumpen en la celebración religiosa y festiva para “joder” la marrana a los millones de españoles que disfrutan con el acontecimiento.

 

Si los católicos sacan a sus imágenes en procesión, los ateos quieren lucir su “sindiós” en una marcha por el Madrid más castigado por las manifestaciones sociales y políticas. La llamada marcha atea no es sino una patada porque sí en la entrepierna del Gobierno. O desfilamos todos o se rompe la baraja. Porque el Estado es aconfesional, ni una muestra religiosa. Hay que ser tarugo.

 

Son la avanzadilla de la tropa que reclama la devolución a la Junta de la mezquita de Córdoba. Por lo mismo, que las grandes catedrales del país pasen a ser gestionadas por los rectores más beligerantes contra la iglesia. Por pedir, que no quede. Se pueden permitir el lujo de desacralizar templos y, aprovechando el temblor telúrico de sus muros cargados de historia, convertirlos en cafeterías, en teatros, en puticlubs, en cinematógrafos de una sala o en bodegas de vinos caros.  

 

Los sujetos en cuestión van de provocadores violentos. El Jueves Santo guarda un significado especial para los cristianos españoles. Pues aprovechando que ese día reluce más que el sol, los intransigentes con el opio del pueblo pretenden que no sólo exista una separación de la Iglesia y del Estado, sino que el Estado se divorcie de la iglesia y la recluya en las cuevas y en los pesebres como castigo a sus flirteos con la derecha.

 

A esto que el señor Torres Dulces, Fiscal general del Estado, ha pronunciado el pregón de la Semana Santa madrileña en la Almudena. Sacrilegio laico. Los increíbles Hulks del desatino censuran al jurista que participe de las conferencias del odiado Rouco. Como si ser seguidor de Cristo fuera un  delito. Como si reclamar la igualdad de las personas fuera un disparate. Como si los evangelios arrojaran malas noticias sobre el pueblo. Como si el dios de los católicos fuera un millonario telepredicador.

 

Servidor, que es agnóstico porque no tiene más fe que la creencia en sus prójimos, se escandaliza con esta gente. Al final, no es que no crean en dios alguno. Simplemente odian. Y el odio, amigos, es la ausencia de toda inteligencia.

 

Un saludo.

0 comentarios