SEMANA SANTA
La sociedad española se bipolariza. En todos los órdenes. A la luz del título, podríase pensar que existe una España de creyentes y otra España descreída. Ni mucho menos. Servidor, que, seguramente para su desgracia, se encuentra entre los segundos, se congratula de que los primeros se alineen en la fe, aunque sea la del carbonero. La religión no debe ser causa de guerras ni de enfrentamientos. Religión significa ligazón, lazo, unión. Servidor piensa que el Papa Juan Pablo II fue un hombre extraordinario. Y, como tal, celebro su vida dedicada a los demás y reflexiono sobre algunos de sus mensajes. En el misterio pascual, decía Monseñor Wojtyla, Dios Padre se ha inclinado sobre cada hombre ofreciéndole la posibilidad de la redención del pecado.
El Concilio de Nicea, allá por el primer cuarto del siglo IV, hizo coincidir la fiesta de la Resurrección de Cristo con el domingo siguiente al primer plenilunio tras el equinoccio de primavera. Lo cual hace que la fecha siempre esté comprendida entre entre el 22 de marzo y el 25 de abril. La religión siempre va unida a la gente. Es la Iglesia la que se acerca a sus fieles, a sus costumbres, tradiciones, mentalidades y afanes. De otra manera, cómo superar el panteísmo pagano. Después, creada la feligresía, cada iglesia lanza discursos de atracción y de acercamiento. De manera libre. A veces, a través de instrumentos inadecuados o incluso perversos. Mas no se puede criminalizar al rebaño por la maldad de algunos. Estoy en contra del cesaropapismo y rechazo el uso torticero de lo religioso para satisfacción de intereses espurios. La Semana Santa es una celebración religiosa, sí, pero tan llena de humanidad, tan profundamente social, que el acto se espiritualiza desde abajo. Es el pueblo el que la dota de contenido. Como el socialismo bien entendido. En oposición al psoecialismo liberticida.
Sin embargo, algunos elementos de la clase política utilizan el verbo para zaherir al Verbo. Emplean el espíritu para asesinar al Espíritu. Se valen del pueblo para castigar al Pueblo. Lo último, de Barreda, presidente psoecialista de Castilla La Mancha. Que las vacaciones de Semana Santa, que no. Que descanso intertrimestral. Arrojada la piedra al corazón de sus administrados, éstos le responden democráticamente que de qué. Y el buscavotos cuatrianual se desdice en un segundo porque descubre un boquete en el zurrón de sus demagogias y un aluvión de electores escapan a su través. No se retracta por convicción. Pura conveniencia. Un sectario sólo cambia cuando el grupo le destituye y lo deja en la estacada. En ese momento recobra el seso que nunca perdió y suelta por su boquita lo que otrora calló. Oiga, y que no se mete con el Ramadán. Que por qué. Porque no tiene calzones suficientes para afrontar la oleada islamista que le aguarda. Con los cristianos, sí. Son sencillos, tranquilos, pacientes, sufridos.
Los ecos y las voces se suceden. La cuestión es dilucidar cuáles son unos y cuáles las otras. El cerrilismo encendido de la cúpula psoecialista entiende que no hay más dios que el partido. En cuyo caso, libres son para defender su causa. No quiten esa libertad a quienes tienen por dios a otros seres. Los humanos no somos biológicamente iguales. Sí lo somos respecto a la ley. Desde el momento en que el político monta el circo ideológico para tapar la desvergüenza de su gestión pública y privada, ya está incurriendo en el pecado de la muerte de la igualdad y del consiguiente vituperio de la libertad.
El señor Barreda no es presidente de todos los castellano-manchegos. Es el caudillo de los que persiguen a los cristianos. Utiliza su poder para borrar la semanasanta del acervo popular. Arrebata la libertad religiosa en nombre del colectivismo más stalinista. Arrebuja. Se convierte en el turiferario de los aromas anticatólicos. No respeta. Cómo quiere, en consecuencia, ser respetado. En vez de sepulcro blanqueado, es negro sarcófago que almacena en su interior a los gusanos comecarnes de muertos. Y de vivos. Semana Santa. Plenilunio. Primavera. Luz de libertad.
Un saludo.
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