EL ESPERPENTO
El culmen de lo grotesco, de lo ridículo y de lo zafio se compendia en el esperpento. Valle Inclán elevó el esperpento a la categoría de obra de arte literaria. Pero eso fue Valle Inclán.
El esperpento en política alcanza la categoría de género en la actividad del Psoe. Esperpento como desatino. Esperpento como despropósito. Esperpento como contumacia en el error y en el engaño. Esperpento como rayo que no cesa. Como tsunami radiactivo que penetra en el alma del pueblo. La birria extravagante. El espantajo más fantoche.
El insigne Zapatero, que ocupaba hasta “hacená” el número uno del “hit parade” del disparate, ha dejado su posición de dudoso privilegio y retrocede, como todo él, hacia lugares de estantiguas. Zapatero es el espectro fantasmal que se deja ver en noches sin luna provocando un terrible espanto a la ciudadanía y, en especial, a sus conmilitones.
Sin embargo, al igual que los vientos fríos ocupan el sitio que el aire cálido deja vacante en la superficie, los sustitutos del prohombre se aprestan a ocupar su rango de monstruoso hazmerreír. Ahí tienen al ministro de FoMIENTO, que sí, don José Blanco. O al vicepresidente arácnido que enreda al faisán, el amaral RubalcabaMIENTO. O al Nobel de la antieconomía, cual es el vicepresidente florero/floreciMIENTO familiar, señor Chaves. Tantos.
Mas que no se descuiden. Tras ellos, un “ferrari” entre las arpías pide paso. Se llama Mario. Jiménez se apellida. Figura como portavoz parlamentario de Griñán. Se instituye como voceador de mercadillo de insultos. Postúlase como guardián del infierno de las trolas inmundas. Se le conoce como Iscariote que vende al señor por treinta monedas de poder. En Moguer encontró su cuna y en la capital de Huelva, su potosí. De la vieja Onuba fenicia a la próspera Hispalis romana, en un salto. Mario Jiménez. El universitario.
A diestro y siniestro. Golpes y mandobles acá y acullá. Lo mismo se pone el disfraz de lobo que el mandil del rufián. Si los fosfoyesos que descomponen el medio ambiente están donde están, Petronila, que los permite, los eliminará. El pirómano hace del fuego profesión. De los bomberos, procesión y cortejo fúnebre. El angelito no para en mientes. Crea problemas y luego se ofrece a resolverlos. Como el ladrón que del escalo hace causa de creación de empleos de policía. Juan Palomo de la fechoría verbal. Delata a San Pedro y acusa a Cristo. Condena a la Virgen y de los santos se mofa. Juez y parte de un proceso inquisitorial nacido en la Libia de Gadafi.
De los fosfoyesos a los Eres, en menos que canta un Barrero o que promete Guerrero. El obstructor de la justicia culpa al impulsor de la misma. El responsable de la honorabilidad de la Administración se lava las manos como Pilatos exangüe y asesina la verdad cual Herodes moderno. Los inocentes yacen en la tumba colectiva de la desvergüenza histórica de un individuo nacido para hacer daño. De la manera más obscena. Justifica los negocios de la familia de Chaves con el mismo entusiasmo clánico y tribal de los neandertales más animalizados.
La política es su vida. Su vida es la política. La democracia es un traje que le sienta mal. La juez Alaya les ha puesto contra las cuerdas. El partido de Arenas les ha sacado los colores. El pueblo contempla su desnudez y su suciedad. Así y todo, para desnudos y sucios, los demás. El esperpento valleinclanesco se ahoga en los estertores de la ridiculez de este tiranuelo. Los campos necesitan espantapájaros. El Parlamento andaluz está repleto de ellos. Y de ellas.
Un saludo.
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