Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA CONVENCIÓN Y EL TERROR

 

 La Revolución francesa tuvo uno de sus hitos en la Convención Nacional. Se formó en 1792 tras las elecciones. Se trataba de una asamblea constituyente que pretendió redactar una Constitución que supliera a la de 1791 y establecer, sin éxito, el sufragio universal. Lo que sí votó fue la sentencia a muerte de Luis XVI. La guillotina seccionó el cuello del monarca. Era el punto álgido del movimiento revolucionario cuyo estallido descansó en una causa múltiple. Desde el punto de vista político, las ideas ilustradas de libertad, igualdad, propiedad y fraternidad, fueron decisivas. La deuda del Estado, la crisis agraria, la presión fiscal y la extrema desigualdad sustentaban el factor económico-social. Crisis del Antiguo Régimen. Resentimiento generalizado. Demasiado peso para un régimen caduco y un sistema insostenible. Revolución y muerte. Venganza y terror.

 

La historia es dialéctica. No se repiten los hechos. Lo que se salmodia es la interlocución de los autores y la interpretación de los sucesos más conflictivos. Deuda, carestía, desempleo, pobreza, desigualdad, desconfianza. La Convención mal maridó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano con el reinado del Terror que impuso Robespierre. La guillotina presidía la Primera República y el Comité de Salvación Pública dejó la salud en manos de verdugos inasequibles al desaliento de la cuchilla.

 

En un clima social de dificultad extrema, la convención municipal que el Psoe ha celebrado en Sevilla cara a las próximas elecciones de mayo ha levantado la bandera del socialismo. Blanco, dentro de su natural política de extender el aceite de sus interminables trapacerías, confunde socialismo con psoecialismo y hace de la bandera un pendón. Ya me entienden. Como el prestigio moral no se presta, a fondo perdido, en las cajas que ellos mangonean, se ven obligados a recurrir al pasado para sacar a flote el pecio lastrado por la corrupción. En Sevilla, Espadas no es Monteseirín pero le ayuda a soportar el olor de su desastrosa gestión. Chaves se empecina en poner sordina al estrépito de Mercasevilla y de los expedientes de regulación de empleo de Viera, Fernández y demás compañeros de tratos y de tratas.

 

Zapatero ha venido a clausurar la convención. A estas alturas de la película, no sé si la decapitación desgajará el cuerpo de alguna testa regia. No lo sé. Lo que sí conozco es que ninguno de los más significados golfos de la defraudación, del cohecho, de la falsedad documental y de tantos otros presuntos delitos, va a ser destituido. No se atreven. No sea que se les vaya la lengua y, como Javier Guerrero, acaben cantando “el barbero de Sevilla”. El máximo defensor de la continuidad de la memoria histórica de la foto de la tortilla es el padre de Paula. Es el sino de los implicados. Se significan en los actos que censuran los crímenes y, al cabo, se logra acreditar su vinculación con los mismos.

 

El pasado más remoto, lo suficiente para olvidar la mala bilis actual, se armoniza con el sueño juvenil de un futuro renovado. El sevillano Espadas o la onubense Guerrero viven del caudal del ayer y vierten los residuos del transporte sobre los hombros de la muchachada que se presta a cargarla con la esperanza de una recompensa rápida. Los jóvenes pueden significar renovación pero también, cursados en la obediencia ciega, más de lo mismo. Las juventudes pueden ser “labase” y el “peinase”. En una España con más de un 45% de desempleo juvenil, los chicos de la renovación buscan un jabón y un peine. Para disimular la suciedad. Poco más. Tienen la lección bien aprendida. Si se mueven, la foto aparece movida.

 

¿Y Viera, el que fuera consejero de empleo? ¿Y su sucesor, don Fernández? ¿Y Recio, el que se enteró por los periódicos? El Robespierre del Psoe no corta cuellos propios. Se dedica a los ajenos. Terror redivivo en la conciencia política del que pierde la silla y  en la angustia personal reeditada en la desaparición de uno de los fondos de reptiles. Uno de ellos. Hay más. Muchos más. A ver si alguien cree que la convención se ha caído de un nido. Los nidos son incontables y no hay un sésamo que los localice. A no ser que la delación se manifieste como continuidad de la pérdida de poderes individuales. O me colocas o me chivo. Ser o no ser. El Terror de la Convención. La convención del terror. La República de los villanos.

 

Un saludo.

0 comentarios