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Francisco Velasco. Abogado e historiador

JEFATURA CENTRAL DEL ESTADO

 

 Lo están pensando. Los del Gobierno van a trasladar a las Comunidades Autónomas de su butre la idea de cambio de nombre de la Administración. Manejan con interés la denominación de Jefatura. Suena más recio y autoritario. Más a verdad. Menos a engaño. Como ya han sido desenmascarados, se ofrecen como son. Así de chulos.

 

Administrar contiene un rasgo de buen gobierno, de sana autoridad, de adecuada dirección, de esmerado desempeño, de recto ordenamiento, incluso de correcta dosificación. El término, de tan elevado y sutil, les queda ancho. En el alborear del mayo que se espera florido, el administrar no vale. Se necesita ir troquelando una nueva moneda de cambio. La jefatura les va como anillo al dedo. La Administración Pública como jefatura comporta elementos de poder. La autoridad como ejemplo es relevada por el mando como imposición. En vez de administrador, jefe. En lugar de director, patrón. Caudillo como jerarca omnímodo. Amo en la relación con los administrados súbditos. Patriarca que realza el machismo de la ideología que palpita.

 

La cúpula psoecialista se abre al mundo de la realidad interior. Décadas de simulación conducen a la inevitable salida del armario de su realidad interna. Son totalitarios a rabiar. La prolongada ocultación castrante de su verdadera identidad hace aparecer al monstruo con su rostro más cruel. Lo de la Administración paralela ha sido el aviso al navegante confiado en su impunidad de años. Se han dado cuenta de que la farmacia estaba abierta pese a que el licenciado ni siquiera se matriculó en la facultad. La avaricia rompe el saco y la parafarmacia no se rige por las normas que se establecen al efecto. Advertida la infracción, los responsables pillados in fraganti urgen a destruir cualquier rastro. Eso, cuando cierto temor permanece en ellos. En caso contrario, les importa un faisán toda maniobra de distracción.

 

La Administración Pública andaluza se ha configurado como una bestia de dos cabezas. Una, oficial, muestra las cicatrices de una vida curtida en mil batallas contra la ciudadanía. La jerarquía política, que no superioridad jurídica, se hacía hueco a golpe de decreto, orden, instrucción o circular. La arbitrariedad se imponía pero encorsetada por el miedo a la justicia. Para eludir la acción de los tribunales y la vereda del derecho administrativo, era preciso que el cabecilla del pronunciamiento civil modificara la estructura. Había que crear la paraadministración. La otra cara. En esta vocación delictiva se sitúa el colectivo de fundaciones y de empresas públicas. Lugares de acogimiento de amigos, parientes y amantes del partido psoecialista y de los sindicatos afines. La administración paralela que cursó en la Argentina de Videla y persistió en la de los Kirchner.

 

Los corruptos no distinguen entre sistemas. Les da igual. Ellos defienden el régimen que alimente su peso. No cabe la dieta de adelgazamiento. El objetivo es el engorde del patrimonio. Si se mantiene contenta a la banda, el botín se repartirá entre los jefes. Entre los jefes. Los paramilitares asistirán contentos a una campaña de la que únicamente caben beneficios. Griñán, con el acomodo de Pastrana y de Carbonero, va a convertir en marinos del rey a piratas del partido. Ni siquiera a partir de reglamentos, como Romanones, se va a alterar el estado de la cuestión. Griñán está tan amparado, que utiliza la reserva de ley como si se tratara de una nota de la comunidad de vecinos. No quiere, a estas alturas de la batalla, administración paralela, ni parafarmacia. Se siente lo bastante fuerte como para ningunear a los funcionarios que opositaron su plaza en la Administración oficial y para agradecer los servicios prestados -y que deberán prestar- a los miles de estómagos agradecidos que accedieron a la función pública por la puerta falsa de las instituciones.

 

Así que de Administración Pública, nada. En Andalucía, por decretazo, Jefatura Pública del Movimiento Psoecialista. Los paralelos engullen a los legales. La parafarmacia deja sin contenido a la farmacia. En vez de boticarios, mancebos iletrados. En vez de administradores, de fedatarios o de cualificados funcionarios, masa de albóndigas amasadas en la harina de la corrupción y bañadas en la salsa de la dictadura.

 

Lo dicho. Jefatura Pública. Griñán, el gran capo. Por qué será.

 

Un saludo.

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