AL VENT
Escuchaba, en los lejanos años de mi adolescencia, la canción de Raimon. Al vent, la cara al vent, el cor al vent, les mans al vent, ells ulls al vent, al vent del món. Me gustaba en catalán. El sonido de la libertad sonaba mejor en catalán. Sentía como si la libertad de los catalanes fuera más urgente que la de los andaluces o los asturianos. A ellos se les reprimía, además, su lengua. Me era muy doloroso.
Al vent. Al viento. El castellano encuentra la sublimidad de expresión en tantos ejemplos, que con Miguel Hernández puedo resumir ese anhelo. Vientos del pueblo me arrastran. ¡Se puede escribir tan hermoso y tan noble! Sin embargo, al vent se cantaba al ritmo de la arenga y de la rebeldía. Raimon representaba la eclosión de una nueva necesidad de vivir sin cadenas.
El viento es voluble. Veleidoso. Sopla y resopla. Refresca y calienta. Anima y entorpece. Aúlla y mece. El viento nos pone delante de la vida que se opone a nuestra conformidad.
He analizado las palabras, los gestos, las posiciones y hasta las miradas furtivas de algunos de los dirigentes psoecialistas en la convención que celebraron este fin de semana. José Blanco y Manuel Chaves han exacerbado sus posturas de defensa a ultranza de Zapatero. Es un presidente roto. Está amortizado. El que fuera activo ha pasado a ser un grávido pasivo. Una carga inmensa. El viento rola en el mar electoral. El vendaval se lleva a los marineros de un barco a la deriva. Las exultantes salutaciones de los oficiales de a bordo no son sino excusas no solicitadas que acusan a los aduladores. Hay que soltar lastre. El barco en vaivén es sustituido por el aerostático globo. No remonta. Mucho peso el del presidente ancla.
Como si el problema único fuera Zapatero. Zapatero es la punta del bloque de hielo. Hielo alegórico que hace referencia a la ausencia de sentires. El rey ha muerto. Viva el rey. Nada puede detener a la máquina del poder. Ni atisbo de misericordia. Ni pizca de gratitud. El impedido, el viejo, el feo, el inservible, el inútil, vienen a ser muebles viejos que se colocan en el desván de la memoria histórica o se abandonan en el hospital a la expensa de la eutanasia o se acumulan en la pira de los olvidos.
No cabe compasión. Las miradas hacia atrás se castigan como a la mujer de Lot. Estatuas de sal. De sal y no vuelvas. A Zapatero le han dado el matarile. Loas excesivas que anuncian el cántico al difunto. Los amores de Chaves y de Blanco son tan interesados como los de Pajín con “colegas” o los de Bono con Intereconomía. Público y El País acompañan, cual plañideras caras, al cortejo fúnebre. Qué bueno era. Quién paga la próxima. Porque o sueltan la pasta o el llanto sucederá a las adormideras.
Al vent es un grito de libertad. Las cenizas de Zapatero se lanzan al aire de la soga y de la yunta. La convención psoecialista es un velatorio adelantado. Zapatero es el problema cumbre de una enfermedad cimera que es la interpretación que de la democracia hacen los secuaces del poder. Sus lágrimas son de cocodrilo. Su tristeza es tan fingida como su pasión por la clase trabajadora. Persiguen despertar penas en los ciudadanos. Lograr su compasión. No buscan que se les perdone lo malo que han hecho. Niegan la mayor. El Psoe sólo crea bondad y riqueza, vuelven a mentir.
El relevo está listo. Y presto. Teje la tela de araña. Se dispone a volar cual faisán. Zapatero no produce pena. Sí, grima. Su salida es un vuelo al vent. La tormenta, no obstante, arreciará. El corifeo familiar es la reedición de las familias dictantes de Túnez, de Egipto, de Yemen, de Jordania... Los tanques a la calle unirán al pueblo en busca de la libertad del vent. Al vent. Vientos del pueblo...
Un saludo.
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