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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA DESNUDEZ DEL CIUDADANO

 

Uno, dos y tres. A la de tres. Desnudez. Sin vestido. Sin nada que cubra la piel. Sin recursos o sin bienes. Ausencia de inmaterialidad. La ciudadanía, desnuda, desvestida, desarropada, desabrigada, desposeída, expoliada.

 

Uno ha tenido la voluntad, y la suerte, de no verse obligado a utilizar teléfono móvil. De una parte, porque me fastidia el control ajeno sobre mi persona. Cuando alguien quiere localizarte, mueve los resortes que conducen a tu encuentro. Más temprano que tarde. De otra parte, porque las dependencias de artefactos supuestamente imprescindibles hoy -no ayer- crean adicciones muy caras. Y no solo en sentido pecuniario. Por último, porque si eludes los controles y superas las dependencias, tienes la seguridad de que se es dueño de tu abrigo y de tu cobijo. Así y todo, hasta cierto punto.

 

El cesaropapismo constituye un ejemplo de todo lo contrario pero el polo opuesto del mismo cordel. Los gobernantes que se engalanan con la corona del poder civil y con la tiara de la religión aparecen completamente ataviados. Ataviados y emperifollados. Nada muestran al vulgo, salvo que el emperador desnudo sea descubierto por la inocencia del niño.

 

Los titulares periodísticos del día recogen las revelaciones que el CNI ha hecho a Rubalcaba acerca de los controladores aéreos. Un organismo público desnuda a unos ciudadanos para vestir de gloria, maldita su gloria, a un inquisidor gubernamental. El estado contra los ciudadanos. Rubalcaba es un pontífice talibán y un tirano sin escrúpulos que emplea medios de todos para entrar en las entrañas de sus enemigos. De sus enemigos. No se trata de enemigos de la patria. Excepción hecha que su patria levante sus fronteras en el reducto de su partido. Son sus enemigos. Y luego, no contento con dejarlos en cueros, en picada pelota, los despelleja a fin de bucear en lo más recóndito de sus vidas privadas.

 

Ya los tiene. A su merced. Se vale de un ejército oculto, cauteloso, disimulado, sigiloso y solapado para cometer su crimen contra la intimidad. SITEL se manifiesta una vez más. Los crímenes contra la esfera del honor son tan deshonrosos como los crímenes contra la vida. La ley no habla de crímenes buenos y malos. Se limita a penalizarlos con sanciones diferentes. Introducir submarinos en las casas de los adversarios es un delito que sitúa al estado a la altura de los peores malvados.

 

Si tal como la prensa denuncia, la prensa independiente, -bien sûr que dicen los franceses-, Rubalcaba se ha valido del espionaje para aplastar a los controladores, habrá que convenir que la crisis española excede el ámbito económico, financiero, laboral, sindical, educativo, sanitario, constitucional y un larguísimo etcétera, para aposentarse en la azotea de la más atroz dictadura. A poco que nos confiemos, Rubalcaba ordena que se nos introduzca un chip subcutáneo y precardial con objeto de no perderse ni una de nuestras pulsaciones de miedo, rubor, alegría o euforia. Un chip para cada español. Incluso para los de su partido, no sea que alguna vez caigan en la tentación de pensar por sí mismos.

 

El exordio podrá parecer exagerado. Sin embargo, no lo es. En absoluto. Repasen la historia. Relean la literatura de ciencia ficción. Contemplen el alma dormida. Y despierten. Al cabo, reaccionen. La acción física requiere una reacción contra la presión so pena de acabar planchados en sentido literal. De igual modo, la reacción política es el único bálsamo que puede curar la afición malsana de desnudar a todos que caracteriza a césares y a fundamentalistas laicos. Ni siquiera podemos tapar las ligerezas de nuestro pensamiento. Ni las profundidades de nuestras creencias. Ni las picardías de nuestras malicias interiores. Rubalcaba nos vigila. Nos controla. Nos domina. Estamos desnudos.

 

Un saludo.

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