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Francisco Velasco. Abogado e historiador

BROTES VERDES


 La cosa está peor que nunca. La crisis nos devora. Decía Borges, el genial escritor argentino, que el tiempo es un tigre que me devora y ese tigre soy yo. La crisis, sin embargo, nos devora a todos y el Gobierno dice que hay brotes verdes. Que si medidas de la señorita Pepis, que si ideas a la venezolana, que si soluciones de monopoly, que si cuentos de la lechera... No entiende Zapatero o su soberbia no le deja entender. No se entera Zapatero o su mezquindad ciega su inteligencia. No rectifica el duce leonés o su sabiduría se acerca a la del caracol. Y la crisis no es que amenace, es que devora sin límite.
 Las medidas del gobierno son agua que se tira al mar, bolsillo agujereado por el que las monedas se pierden, palabras que al aire van y en él estallan como pompas jabonosas. Son las medidas de Zapatero palabras huecas, hueras, vacías, insustanciales, desvaídas. Los brotes verdes, Zapatero, sólo serán cuando nuestra economía sea competitiva. Sólo entonces. Lo demás son gaitas.
 Nuestra economía carece de capacidad para mantener, de forma sistemática, las ventajas que, por comparación, permitan sostener y mejorar nuestra posición en este mundo global.

Nuestra economía no es competitiva porque ni tenemos habilidad ni recursos ni conocimientos ni atributos superiores a los de nuestros competidores. De poseerlos, lograríamos beneficios sostenibles porque nuestros productos gozarían de una calidad incontestable fruto de la innovación y de la productividad. De poseerlos, tendríamos que enorgullecernos de la estructura de la industria turística, de la estrategia del Gobierno, de la competencia entre empresas, de las condiciones de la demanda, de los servicios de apoyo. De poseerlos, supondría que el Estado ha fomentado una política creíble, estable, rigurosa, eficaz, eficiente y responsable.
 Los brotes verdes, Zapatero, son una mentira indecente. La competitividad de nuestras empresas es el único diagnóstico que vale para trascender la crisis. No mienta más. No engañe más. Si usted fuera médico, no me pondría en sus manos. Si fuera profesor, cambiaría a mis hijos de centro. Si fuera bombero, radicaría mi domicilio en lugar lejano a su radio de acción. Si fuera pirómano... Si fuera pirómano, nada, me callo.
 Un saludo.

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