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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA PASCUA

 

 La influencia de la Iglesia en la sociedad española no admite dudas. Entre tantas manifestaciones, la de la Pascua es bien significativa. Para los cristianos, la Pascua es la celebración religiosa que evoca la resurrección de Jesucristo pero también su nacimiento.

 

En la civilización judeocristiana que enmarca a Occidente, la Pascua celebra la libertad y el fin de la esclavitud del pueblo hebreo en el Egipto de los faraones. Si se detienen en un mero análisis de las festividades, el nexo que las engarza  se viste de libertad. Libertad frente a la muerte. Libertad de la eclosión de la vida humana. Libertad derivada de la igualdad que entierra la servidumbre de unos hombres a otros. Libertad, en fin. Eso es, en definitiva, la Pascua. Alegría de ser libres. Contento de estar como unas pascuas. Desgraciado cuando te hacen la pascua. Como no se trata de seguir profundizando en la etimología, santas pascuas. Y así.

 

Cosa distinta, pero relacionada, es la pascua militar. Allá por el último cuarto del siglo XVIII, el llamado Mejor alcalde de Madrid, el rey Carlos III, el de la Puerta de Alcalá, instituyó una ceremonia castrense para conmemorar la reconquista de Menorca a la pérfida Albión. Desde entonces, la efemérides constituye un alarde, un a modo de recopilatorio de la situación política y geoestratégica de España. El Palacio Real de Madrid, sede del evento. El Rey Juan Carlos preside el acto. No siempre lo protagoniza. El Gobierno suele hacer la pascua durante la ceremonia militar al rey y, por supuesto, al pueblo. El Gobierno de Zapatero se caracteriza, entre otras maldades, por ser perito en pascuas de este calibre. La ministra Chacón, sí, la catalanista al frente de la Defensa de España, toda una experta en desviación de objetivos y de intereses nacionales.

 

Poner a la señora Chacón al mando de nuestras fuerzas armadas es como dejar a la zorra al cuidado del gallinero. Además de una temeridad, un despropósito. A la vista de que el presidente que la ha nombrado es el señor Zapatero, la geografía del disparate y del desatino ha sido reproducida en todas las cartas de navegación del independentismo. En vez de estar felices como Nación, los españoles bebemos el vino amargo del cáliz del separatismo. Brindar con Zapatero y Chacón es tanto como inmolarse en las llamas destructoras del incendio estatal.

 

La Pascua militar no contemplará el peligro del secesionismo patrio. Ni lo piensen. Este artículo se escribe veinticuatro horas antes de la ceremonia. No se trata de adivinación ni de augurio ni de vaticinio. Pura reflexión. Basta con ver la posición de las fichas para conocer quién será el ganador de la partida. El Rey, secuestrado por la estrategia psoecialista, se limitará a trazar las líneas maestras de la arquitectura viciada de aluminosis que amenaza con derrumbarse sobre los moradores de la casa nacional. El Rey no se entera. O no se quiere enterar. Se deja llevar por el discurso buenista y triunfalista que le escriben los mercenarios del poder y lanza a los aires el rosario de generalidades vanas y de banalidades genéricas que le marca el yunque del herrero de Ferraz.

 

En medio, la prensa distraerá al personal con el atuendo de los invitados, el snobismo puntual de la ministra, la irreflexiva cara de concentración del presidente, la graciosa última mentira de la araña negra, o el papel extraordinario que la ONG ejército español desarrolla en todos los confines del orbe. Humaredas albinegras que ocultan la luz rojigualda de los militares.

 

La pascua militar no es un canto a la libertad del pueblo. La pascua militar es una epopeya lírica del compositor más melifluo que vieron los habitantes de Hispania. Ya quisiera Pemán parecerse al vate Zapatero. La pascua. Nos la han hecho bien. La pascua.

 

Un saludo.

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