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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DEMOCRACIA SECUESTRADA

 

 La primera vez. En la historia de la democracia, nunca un Gobierno ha militarizado un aeropuerto civil. Ni el 23-F. Nunca. Hoy, 3 de diciembre, sí. El Gobierno más inepto, incapaz, incompetente y chapucero que ha parido nuestro joven sistema democrático, se ha apuntado el indigno título de ser el primero en militarizar un servicio aeroportuario. Ni con Franco. Con el dictador, se podía. No había soberanía nacional, y en ese caso, todo desmán era posible. Pero en una democracia, por favor. La imagen de España no es una máscara putrefacta golpeada por la deuda financiera, ni un rostro tumefacto como consecuencia de los golpes de un paro desmadrado, ni una cara hinchada por las bofetadas del vecino marroquí. No es sólo eso. Es un cuerpo social descompuesto, roto, violentado, dolido y doliente.

 

Echarle la culpa a los controladores, un par de miles de trabajadores, de este desastre que en el día de hoy se han convertido los principales aeropuertos de España, es una perversidad, una malicia y una injusticia. Que han de ser responsables de su parte alícuota en esta inadmisible situación, por supuesto. Sin embargo, a un pequeño colectivo como el de estos trabajadores no se le puede culpar del caos. El Gobierno es, en suma, el gran hacedor de este mal asunto. Como lo es de la ruina moral que atraviesa el país. De la mano de un presidente zangolotino, narciso, inhábil, ignorante y torpe.

 

Ahora, de la mano del ejército, el Gobierno sale del armario dictatorial, tiránico, stalinista y sectario que lleva dentro. Muchos lo avisábamos. Lo veíamos con nitidez. A los huelguistas que querían quemar Madrid, mano de seda y comprensión complaciente. A los controladores, guante de acero con púas envenenadas. Hasta la Fiscalía se suma al linchamiento. La Fiscalía que está mirando a otro lado en las acusaciones vertidas por los papeles secretos que ha publicado Wikileaks, aquí se deja notar. Mirífico. Admirable. Entiende el Ministerio Público que estos controladores del aire son los mandamases del transporte por el cielo. Y en su calidad de altos inspectores del éter, hala, a investigar si han podido cometer un delito de abandono del servicio o, fíjense qué cosa, de sedición. Y, a medida que se calienten, de golpe de estado civil. Las asonadas democráticas van a ser lideradas por ciudadanos de a pie. Los espadones del ayer son los trabajadores aeroportuarios del hoy. Cosas veredes, amigo Sancho.

 

Sediciosos los controladores. Les quieren aplicar el artículo 544 del Código Penal e interpretan que estos peligrosos componentes de una banda están actuando de forma pública y tumultuaria, que están impidiendo, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las leyes o el legítimo ejercicio de sus funciones. Pues miren que bien. Las imágenes de televisión nos han mostrado a una multitud de pasajeros cabreados con toda la razón del mundo. Potenciales viajeros sin horizonte cercano de volar que se limitan a reclamar, a protestar, a nombrar a los parientes de varios y a amantes de algunos. En ningún momento, las cámaras han mostrado piquetes de controladores ni algaradas intimidatorias ni gente armada blandiendo porras o instrumentos de persuasión. Nada de eso. Ni ha habido tumulto ni se han levantado barricadas ni se han incendiado aviones ni se han saboteado máquinas. Nada de nada.

 

Y yo que creo que esta gente del Gobierno se está cebando con ellos. No se atreven con los grandes de Comisiones y del sindicato correa/gürtel y la toman con los más débiles. Débiles, sí, pero con razones. Que se equivocan en la medida y en el momento, estimo que sí. Pero que están siendo toreados -como por otra parte lo estamos casi todos los españoles- por este Gobierno de matamoscas y temeavispas, también.

 

Este articulista siempre ha defendido las razones laborales de los controladores aéreos. Persisto en mi defensa, por más que condene la forma de ejercer la presión. Salvo que, por responsabilidad derivada de un cansancio extremo, de una ansiedad insuperable, se sientan especialmente comprometidos en la defensa de la seguridad de los pasajeros y se nieguen a cooperar en lo que podría ser una ristras de catástrofes aéreas. En cuyo caso, si el autor de este artículo tuviera que volar hoy, estaría rendido al miedo de que quienes controlaran mi vuelo fueron gente cansada, saturada por la fatiga y, lo que es peor, en manos de militares no dominadores de esta difícil práctica laboral.

 

Una invitación al Gobierno. No es nueva. Sin embargo, ahí va. Váyanse. Convoquen elecciones y dejen al pueblo recuperar la soberanía hurtada. Militares, a los cuarteles. A los cuarteles. Zapatero, a casa. Con todo su gabinete.

 

Un saludo.

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