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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MANUEL PIZARRO

 

 

 Hace años conocí personalmente a Manuel Pizarro. Fue un encuentro casual en el hall de un hotel de Madrid. Celebraba mi cumpleaños en compañía de unos amigos y, al oir mi edad, se acercó educadamente al grupo y me felicitó por mi 45º aniversario. -Tenemos la misma edad, dijo. Yo nací cinco días antes, prosiguió. Rechazó cortésmente la copa que le ofrecí, se disculpó por razones de agenda y salió.

 Manuel Pizarro es un señor de muchos quilates. A lo largo de su dilatada e intensa carrera profesional ha mostrado, y demostrado, su valía. Sin embargo, me quedo con dos botones que caracterizan al actor de carácter y al intérprete de altura. La primera muestra la ofreció a toda España en su defensa numantina de la compañía eléctrica que presidía. Defensa numantina pero de una inconmensurable brillantez estratégica. Triunfó en toda regla.

 La segunda manifestación de sapiencia y de saber estar, con ocasión del diálogo televisado que mantuvo con el entonces vicepresidente Solbes en la campaña electoral de 2008. Los medios -medios al fin- otorgaron al señor Solbes la victoria dialéctica escaparatista. Erraron. Se equivocaron hasta las trancas. La lección de Pizarro fue tan magistral, que, a día de hoy, se recuerdan sus palabras con el marchamo del augur, del arúspice, del gurú. Pieza a pieza, paso a paso. Profecía económica. Prospectiva como ciencia. Economía futura destripada en el presente.

 Después de dos años en el ostracismo político, este abogado del Estado deja su escaño como congresista. Demasiado junco para tan frágiles tallos en derredor. Mucha secuoya en el centro de tan livianas mimosas. La espada envidiosa cortó la sansoniana cabeza y selló su lengua de líder.

 Se va Pizarro y el PP pierde un activo irreemplazable. Si no vuelve, la jugada sería desastrosa para quien aspira a presidir el Gobierno de España. Uno lo lamenta. No andamos sobrados de cabezas pensantes y de espíritus independientes en este país de medianos encumbrados y de pequeños que se elevan en su docilidad gregaria. Muy escasos los Pizarro compatriotas.

 Deseo a Manuel Pizarro un futuro espléndido. Más anhelo que retorne a la arena política. Es lujo alcanzable. Basta con pulsar la tecla de "ayuda". Vendrá. Entonces, vendrá. El país lo necesita.

 

 Un saludo.

 

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