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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ESTADO DE ALARMA

 

 La desesperación del Gobierno es la boina del etarra embozado. Unos ponen bombas. El Gobierno echa aceite al fuego. Estado de alarma, dicen. Esta gente quiere oficializar la situación creada en Barajas y en El Prat. Tan grave es la inquietud del orden público, que no les importa suspender las garantías constitucionales. Al contrario. Toman el rábano por las hojas. Y si quieres arroz, Catalina. Se toma el artículo 116 de la Constitución con la ligereza de un comando golpista. Ya puestos, que declaren el estado de excepción y, obiter dicta, el de sitio. Me dirán que este último sólo podrán proponerlo, pero no perpetrarlo. Pero les respondo que lo proponen, pagan al PNV y a los canarios de Coalición la cuota correspondiente de apoyo, y ya está, estafo, sí estafo, de sitio habemus. Estafo de sitio y estafo de alarma. O se creen que el Congreso de Diputados se puede resistir a una barbaridad democrática de esta índole, cuando los intereses crematísticos de un par de grupos parlamentarios se imponen al bienestar general.

 

PNV y CC se apuntan a lo que sea con tal de arrimar el ascua a su sardina nacionalista. Fíjense por qué arco se pasaba Arzallus el texto constitucional y traten de buscar los nexos posibles entre Coalición Canaria y el antiguo -¿extinto?- Movimiento para la independencia del archipiélago canario. Estado de alarma para esconder el verdadero estado que debe perseguir una democracia: el estado de bienestar. Pero de bienestar, poco y de estado, sido. Pretérito. Pasado. Olvido pensado y maquinado.

 

Estado de necesidad. El urgente remedio que lleva a un régimen ad “delenda” de las garantías constitucionales no puede conducir a un mal mayor que el que se trata de evitar. Y eso es lo que está pasando. Debido a la mala cabeza de este Gobierno nefando y zarrapastroso.

 

Los controladores pueden haber perdido la razón. Los motivos que han esgrimido son de peso. Sin embargo, el acto en sí es de una gravedad incuestionable. Se daña a miles de personas inocentes y se atenta contra la ya desvencijada economía del país. Sin embargo, una militarización como la declaración del estado de alarma son acciones desproporcionadas que revelan hasta qué punto el desatino se ha enseñoreado del Ejecutivo zapateril. La prevención anda reñida con esta pandilla de amigos conmilitones sociatas. Lo ocurrido era una canción del verano. Por lo audible, esperable, bailable y predecible. Para todos los que conocemos el problema de fondo. Para todos los que pretendemos ver sin necesidad de ser augures. Sociología elemental.

 

Ahora viene el llanto y el crujir de dientes. El Gobierno se solidariza, demagógicamente, con los ciudadanos víctimas de un perjuicio evitable. Pero no. El sr. Blanco cree que con su jeta de cemento armado puede insuflar el pánico a los españoles. No hay que persuadir ni disuadir, señor ministro de designación real, que no regia. Hay que convencer. Con razones. Con argumentos. Qué fácil hubiera sido crear, hace seis meses, una Bolsa de trabajo de controladores aéreos europeos. Qué fácil. Que rápido. Qué seguro. Qué legal. Qué democrático. Sin embargo, no. La catarsis no viene de una experiencia interior que aleje los traumas y beneficie a la ciudadanía. No. En el Psoe, las catarsis son ajenas, escandalosas, virulentas y compensadoras de las carencias del propio partido único.

 

Estado de alarma. Sí. Alarma del Estado. Se encuentra regido y administrado por una asociación de pandillones a los que la tecnocracia les suena a chino, a quienes la democracia les resbala por las comisuras de sus labios brisados por el marisco y el domperignon, y a cuantos hacen de España un patrimonio partitocrático. No hay más. Ahí radica la alarma. No en los controladores, que están haciendo un daño fortísimo pero coyuntural. El problema es de estructuras. De estructuras mentales y competenciales. Eso no se resuelve en un par de días. Máxime en una democracia. Elecciones, ya. Devuelvan al pueblo su soberanía. Métanse la alarma donde les quepa.

 

Los controladores han atravesado la línea roja de los intereses legítimos. La gente de Zapatero ha levantado una muralla roja que sólo cruzan los suyos. Ni uno más.

 

Un saludo.

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