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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PLAN B, CAJA C

 

El Gobierno defiende un crecimiento del 1,3 en 2011. Por defender, que no quede. Por mentir, que la Tierra es plana. Pues vale. No se lo cree ni Salgado. Ni al 0,5 va a llegar el avance el próximo año. Ni medio punto. Y va que chuta. Como el rodillazo que propinó el pacifista Evo a su rival futbolístico. Si así se las gasta el angelito en estas lides deportivas, qué no ejecutará en otros ámbitos menos públicos. El sino de los dictadores se mide en la rotundidad de sus confesiones democráticas. A menos demócrata, más alarde. Y viceversa.

 

Miguel Ángel Fernández Ordóñez, MAFO, no se fía ni un pelo de Zapatero. De ahí que abogue por un Plan B que, en realidad, es la cara auténtica del Plan A. Porque no es que no se vaya a crecer lo que se ha presupuestado. Es que ni la mitad de la mitad. ¿Y entonces? Como decía mi vecina, a quien quiera saber, mentiras a él. Pues eso.

 

La economía española se halla tan condicionada, que los riesgos no sólo amenazan el logro de los objetivos, sino que anuncian el fracaso de los mismos. No se trata de la tragedia de las buenas intenciones. El Gobierno carece de esa virtud. Es más duro. El Gobierno no tiene buenas intenciones y, si me apuran, ni siquiera intenciones. Flota, que ya tiene narices. Se mantiene sobre la goma de los tributos inflados. Si se lastran los ingresos, la fiscalidad no se consolida.

 

El paro aumentará y el déficit apenas se rebajará. La crisis no sólo no ha tocado a su fin, sino que pende como daga asesina. Y para colmo de males, el Presidente sigue empeñado en que no cabe dimisión, pues de él únicamente se puede esperar victoria. Cada uno hace el ridículo como le plazca. Otra cosa es que el pueblo pague las astracanadas del muchacho. A su alrededor, genera desconfianza y sospechas y, aunque en su fuero interno reconoce su ineptitud, él, erre que erre.

 

El empecinamiento del soberbio con el sudor del dócil se abona. Encerrado en su recinto adiabático por la gendarmería de la Unión Europea, quiere vender, iluso y alucinado, que el hermetismo y la reducción de movimientos se refiere a los demás. Toma del frasco, carrasco. Mientras, las Autonomías se ríen del personal. Millones que vuelan al aire del compromiso independentista. Hemos pasado de un centralismo correoso y férreo a una descentralización imposible. Los extremismos hacen de un signo de identidad un aviso de disgregación. El ocultismo del déficit es el lugar de encuentro de las regiones. Demasiadas administraciones para tan poca chicha. El número de los que viven a costa del pesebre asusta.

 

Y la reforma. Qué. Qué de qué. Si la huelga no ha sido suficiente, que no lo ha sido, Méndez y Toxo conspiran para otra falsedad populachera. Díaz Ferrán, por su lado, busca una salida a su inopia empresarial. Los agentes sociales son todo un ejemplo de cómo no ha de abordarse el diálogo con el Ejecutivo. Subvenciones por aquí, ayuditas por allá. Como los pajaritos y el acordeón de María Jesús. Lo malo es que los planchados somos los trabajadores. Los que todavía trabajan. No se preocupen, que la plancha sigue caliente y la operaria que la maneja nos ofrece su incansable ademán. Iremos a peor. Consuélense.

 

El Psoe es la caña. Y el látigo. En cara monjil, con perdón del clero, mano de dictadura. Si valieran las encuestas su precio en el presente, Zapatero no estaría en la Oposición. Se escurriría en su escaño. Que nadie lo mire. Ya tiene bastante. Mucha caja/cara. Poco plan/pan. B. C... y, al final, el último, Z de Zapatero.

 

Un saludo.

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