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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ESPECIAL AÍDO

 

 Se despierta y se pellizca. Sí, es verdad, papá, soy ministra. De qué, hija mía. Qué más da. Da igual que igual da. Papá. Soy ministra. Tan joven y ya ves. Tú, tantos años en el barro del servilismo y ni secretario de Estado. Ministra de igualdad. Con minúsculas.

 

La falacia del Ministerio se viste en el papel higiénico del título. Igualdad. Ja. Despropósito y desfachatez. Ahora dice la señora que la igualdad de género es un factor de rentabilidad, competitividad y eficiencia económica. Gran verdad, sí señora. Sobre todo para usted. La sarta de barbaridades que sale por su boca es el pontazgo que ha de pagar la señorita de Cádiz como cuota para su ingreso en el club de los desnortados y para su permanencia en la compañía de chirigotas de carnaval. Qué difícil ganarse el pan una chica treintañera.

 

Con todo, lo que más cuesta deglutir es la apuesta de la avezada intelectual. Las políticas de igualdad de género han de ser el motor que desarrolle la economía y cree empleo. Sí. Tal cual. Ha dicho eso. Palabrita. Y no contenta con tamaña “boutade”, ha recordado que los países más competitivos son aquellos que más han apostado por una representación equilibrada y por la igualdad de oportunidades de sus trabajadores. Ella solita. Nada de utopías. Realidad. Ahí la tienen. Ni se sonroja. Ni se quiebra después de su ejercicio extremo de autocontención de la risa.

 

Ella ha llegado a Ministra gracias a ser mujer, a ser un modelo humano de eficiencia y de competitividad, y a ser ejemplo de promoción en condiciones objetivas de igualdad, mérito, capacidad y publicidad. Pues no es nadie Bibiana. Tanto especular y tanta búsqueda del crecimiento rápido. Quiá. Sigan a este enorme especímen político. Sin acercarse demasiado, no sea que su inteligencia se contagie. A cierta distancia. Con disimulo calculado. Su cautivadora sonrisa. Su elocuente palabra. Su cálida imagen. Un sueño.

 

Pesadilla. Inmersos en esta crisis interminable, hemos de soportar, como impuesto agregado, la presencia de esta panda de desharrapados de la verdad. La mentira es su vehículo para alcanzar la cima de sus ambiciones. Sin ella, a dónde irán. A salva sea la parte. En la que ya nos encontramos la inmensa mayoría de los españoles.

 

Servidor estaría dispuesto a contribuir con un óbolo mensual como testimonio de mi inquebrantable deseo de que Aído se largue con viento fresco del norte. Aunque aterrice en el meridión y su alargada sombra nos hurte el sol creador. Igual multiplicaría mi dádiva si, por causa similar, el leonés amigo de Tomás Gómez toma la Nacional 6.

 

Especial Aído. General Bibiana. Particular Ministra. Pobre mujer.

 

Un saludo.

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